En la suntuosa casa de José de Arimatea, en el lujoso salón lleno de recuerdos de Jesucristo, se encuentran, reunidas y a solas, María (la madre de Jesús), María (la Magdalena) y María (la hermana de Lázaro).
María de Jesús.- Mi hijo sólo hizo lo que era necesario hacer.
María de Magdalena.- A su hijo lo quiero yo demasiado.
María de Lázaro.- Sí. Pero yo le amo.
María de Jesús.- Entonces… ¿eres tú la verdadera enamorada de mi hijo?.
María de Lázaro.- Efectivamente. Soy yo la verdadera enamorada de su hijo a pesar de lo que dicen los murmuradores y los que usan sus lenguas sólo para confundir a las gentes.
María de Jesús.- Esto es necesario aclararlo de una vez por todas porque sé que, en algún tiempo de la historia humana, saldrán escritores que, con tal de hacerse famosos, ganar mucho dinero y hasta obtener premios a nivel mundial, dirán y escribirán verdaderas barbaridades y patraás sobre mi hijo y, de paso, sobre mi esposo.
María de Magadalena.- Yo amo a su hijo de una forma que podríamos llamar platónica.
María de Jesús.- En ese caso… ¿es cierto, María de Lázaro, que estás enamorada de mi hijo?.
María de Lázaro.- Es totalmente cierto y si estuviese aquí presente mi hermana Marta lo podría confirmar con total certeza.
María de Jesús.- Te creo. Sé que eres sincera. No es necesario que venga Marta a confirmarlo.
María de Magdalena.- Sí. Pero yo también le amo.
María de Jesus.. Y yo también… pero con amor de madre. Vamos a ver… !no compliquemos el asunto!.
María de Magdalena.- No se preocupe usted, María de Jesús, que ya vendrán escritores sin escrúpulos, sin moral y sin apenas ética, para confundir a las gentes y hacerse millonarios a costa de dichas gentes.
María de Lázaro.- Luego las tres amamos a Jesús. Usted, su madre, con amor de madre; tú, María de Magdalena, con amor de amiga y yo, María de Lázaro, con amor de enamorada.
María de Jesús.- Pero… ¿sabes bien que mi hijo no se va a casar con ninguna mujer?.
María de Lázaro.- Lo sé con total certeza… pero no puedo evitar estar enamorada de Él.
María de Magdalena.- Esos escritorzuelos del futuro escribirán completos absurdos sobre mi relación con su hijo.
María de Jesús.- Mi hijo no hará jamás caso a esa clase de gente. Mi hijo ama al mundo.
María de Lázaro.- Por eso sé positivamente que nunca se casará conmigo.
María de Magdalena.- Y por eso yo sé que Él también me ama a mí.
María de Jesús.- Pero entendiendo que te ama como ama al resto del mundo.
María dse Magdalena.- Yo lo tengo totalmente claro.
María de Jesús.- Entonces aclaremois definitivamente este asuinto. Si mi hijo tuviese intención de casarse con alguna mujer sería contigo, María de Lázaro.
María de Lázaro.- Pero sé, y comprendo, y razono sabiamente, que nunca jamás se casará conmigo.
María de Magdalena.- Y yo entiendo y comprendo y razono sabiamente que tampoco se casará jamás conmigo.
María de Jesús.- Entonces hagamos pública esta Gran Verdad para descubrir las mentiras que tantos contarán sobre nosotras esos escritores sin escrúpulos que recibirán los honores y los mejores premios a cambio de decir verdaderos absurdos sobre mi hijo y, de paso, sobre mi esposo José.
María de Magdalena.- No se preocupe, María. Usted sabe bien que yo sería incapaz de provocarle a su hijo ningún deseo amoroso carnal.
María de Lázaro.- Y tambiém sabe que yo guardaré silencio de mi amor por Él… porque tampoco quiero ni deseo provocarle amor carnal.
María de Jesús.- Que el mundo entero se entere y que la mentira se caiga por su propio peso.
María de Magdalena.- Tantas mentiras cuentan y contarán de mí que he decidido no hacer caso… porque quien hace caso a un mentiroso es más mentiroso todavía.
María de Lázaro.- Cierto es. Dices Verdad. Es más mentiroso quien hace caso a un mentiroso que el propio mentiroso; porque el mentiroso miente sabiendo que miente mientras que el que ha¡ce caso a un mentiroso miente de forma inorante. Y la ignorancia es aborrecible para Dios Padre.
Y las tres Marías, reunidas en el lujoso salón del rico, honesto y sincero José de Arimatea, comenzaron a beber su té con toda tranquilidad sabiendo que la Gran Verdad de Jesucristo es una sola y que los que utilizan su nombre para hacerse millonarios contando mentiras sobre Él y, de paso, sobre José (el esposo de María de Jesús) tendrán su propia caída. Y será un caída mucho más dura que la de María de Magdalena que fue perdonada poor Jesús ya que ella es ionocente de tanta farsa, murmuración e injurias que han escrito sobre ella y su relación amorosa-amistosa con Jesus.