Era la época de los galos. Cuando las caravanas marchaban por los Andes de las Américas. Ellos no lo sabían… pero estaban siendo vigilados por los indios de Otavalo (los otavaleños se les llama) quienes con entereza y dignidad observaban los movimientos de aquellos estraños galos que se movían entre los mercaderes de la cocaína cruzando los Andes muy cerca del Pichincha Mayor.
Lo que no sabían los “extraños” galos (Gal, Alf y Ant eran sus nombres) es que desde el Pichincha Menor alguien los observaba también. Esta vez no eran los indios otavaleños. Esta vez era El Poeta. Sí. El Poeta de los Gorriones como le llamaban algunos.
Gal, Alf y Ant estaban dispuestos y preparados para toda clase de fechorías y echar después las culpas a hombres sinceros y honestos como Falconí. Efectivamente. La Historia cuenta leyendas entre los indios del Ecuador. la Historia de las Leyendas del Poeta de los Gorriones que observaba los movimientos de Gal, Alf y Ant apoyado por los fieles de Otavalo. Leyendas recogidas por la voz popular que las cuentan en las noches negras y oscuras de Quito, cuando ciertos personajes convertidos en sombras de sí mismos se dejaban oir por las ondas sonoras apoyando a los tres galos, e intentando meter miedo a los pobladores de la vecindad.
En el Barrio de La Gasca los ojos resplandecientes de un automóvil hacían guiños misteriosos. ¿Había muerto la gaviota?. No. Era uno de los trucos de Gal, Alf y Ant.
Siempre prepotentes. Siempre ansiosos de poder. Siempre avariciosos. Siempre traicioneros para hacer que el gol entrase en la portería de su propio equipo… siempre tan mal pensados… siempre tan sibaritas… siempre tan despóticos… en fin… siempre tiranuelos de “baja estopa” intentando influir en la vida del Poeta y amargar su existencia y, al no poder con ello, incitándole a caer en la trampa tendida por sus mentes calenturientas.
Pero la leyenda dice que el Pichincha se enfureció tanto, por las mentiras y las traiciones de los galos, que comenzó a echar continuamente cenicas blancas sobre la ciudad de Quito. Para lavar las conciencias de los inocentes. Que había muchos inocentes en las garras de los galos.
Y cuentan las leyendas que al final se hizo justicia… cuando un tal Diego descubrió, !por fin!, la verdad… que todo era producto de la avaricia de algunos y de las necesidades de otros. Y las tres paredes (Mentira, Avaricia y Poder) fueron derribadas por el pueblo llano, sencillo y hambriento.
La verdad siempre resulta ganadora ante la mentira.
El poeta y su Gaviota volvieron a tener la victoria en sus manos.
Qué bien relatas las escenas de un tiempo que ha pasado.
Gracias por compartirlo.
Besotes amigo mio.