Escribo, ahora, hoy, en este instante donde se ubican directrizmente la nostalgia y el cercano tiempo de las sensaciones intangibles. Escribo nada más que por el deseo irrefrenable de acercarme a las palabras para medir la distancia que existe entre lo real y lo imaginado. Imagino que es real ese campo lleno de amapolas como las que había en mi infancia; pero la realidad es que estoy inmerso en la virtual urbanidad de los arbustos rodeados por un arce campestre transportado a la ciudad.
Y es que nos transportamos, a través del tiempo de lo vivido y lo imaginado, a ese espacio donde el crecimiento de las cosas nos hace verlas más creíbles pero menos fantásticas. ¿Será que la fantasía tiene cada vez menos espacios en estas grandes urbes donde las gentes pasan (en lugar de pasear) por las arboledas de antaños?. En el paseo de los robledales caducifolios hay una gran resistencia a vivir. ¿Será que ahora no sabemos interpretar lo que es la muerte?.
Todos ansiamos vivir con la futil esperanza de sentirnos eternos a través del rodamiento de nuestras vidas; pero esto tendrá un final y en algún momento nos acordaremos, una vez más, de los plantíos de nuestras infancias y las zarzamoras donde quedaron nuestros amores de ayer.
Escribo y describo para detener el tiempo entre mis dedos y poder rozar el alma de la magia al querer atrapar a las musas de la inocencia. Aunque el niño ya ha crecido las zarzamoras del ayer siguen incólumes en el Jardín de los Espacios. Y allí están los amores… en el Espacio de los tiempos inacabables…
Cierto Diesel, la vida avanza y nosotros debemos avanazar con ella, aun incluso cuando queremos regresar a los tiempos aquellos, los nuestros. Pero, a veces simplemente lo hacemos para averiguar si se puede sentir lo mismo de nuevo, pero es imposible, cada sentimiento y cada momneto es especial y unico, por eso valgamonos del hoy y no del ayer, aunque te admito, el ayer muchas veces nos da fuerza y valor de seguir adelante, de acumular, memorias tan sentidas y bonitas como las que a veces recordamos. Un abrazo Diesel. Me transportas el sentimiento nostalgico en el texto.
Tu precioso texto me ha venido hoy como anillo al dedo, al encajar perfectamente en las reflexiones que me hago estos días.
Cada vez quedan menos zarzamoras, asfixiadas por la construcción. Las de antaño viven en nuestro recuerdo, mientras duremos. Pero, luego… ¿se desvanecerán o volverán a brotar con pujanza? Quiero creer lo segundo, que nunca ninguna generación podrá con nuestra madre, la Naturaleza.
Creo que sí sabemos interpretar lo que es la muerte, pero hay un afán por disimularla, esconderla y tomar el atajo para no caer en el duelo. No está bien visto por la actual sociedad.
Sí, yo también tengo un Jardín de los Espacios, y en él me adentro de vez en cuando aún sabiendo que no debo ceder a la nostalgia.
Un abrazo, Diesel.
Hola, buenas y felices siestas.
De pequeño me dijeron que tenía mucha imaginación y que debería aprender a controlarla, pues si se desborda se transforma en fantasía. Y fantasía era aquello que jamás podría realizarse.
Yo aún sigo imaginando, parajes inigualables y noches pasajeras.
Un saludo
Precioso el rincón del Jardín de los Espacios con esas zarzamoras completando el cuadro. Detener el tiempo entre los dedos… !qué mágica utopía!…
A veces he sentido notar recuerdos de antaño como partes de un sueño mágico y altivo al que me encantaría volver. Sin embargo he aprendido que parte de esa magia reside en nuestro recuerdo y en las palabras con las que lo definimos, no en el momento en que pasaron esos recuerdos. Por eso a veces la gente se refugia en el pasado, por que al pensar en él todo parece maravilloso, y sienten que la magia de esos recuerdos no podrán volverse a repetir.
Asi creo que los recuerdos se acunan y crecen con los años. Momentos irrepetibles que en el momento no parecían algo más, normal y corriente.