A veces uno se atraganta con la comida, con el agua, con la saliva,
también se puede atragantar con las palabras y con el llanto,
pero de manera silenciosa, de manera que no sientas el poder de toser y decir que te ahogas, más bien, te consume, te vuelve loco y en algunas ocasiones te sientes con ganas de gritar y escupir todo eso atragantado que por tanto tiempo se quedó en ti.
Hay veces en que las palabras no son suficientes, para poder desahogarte, porque serían sólo palabras que se quedaron en el instante y el tiempo en que se dijeron.
Más bien, las lágrimas a uno le hacen limpiar un poco el dolor que uno siente, pero cuando esas lágrimas se han acumulado por tanto tiempo, a veces no da ganas ni de llorar.

Parece que esas lágrimas se han empecinado en quedarse dentro de uno, como si les diera miedo salir de ese lugar donde talvez se sienten más seguras.
Pero para la persona es peor, la persona se siente insegura, con deseos de correr y gritar, se siente parte de una lucha interna, entre sus sentimientos de desahogarse, frente a unas lágrimas rebeldes que se niegan a salir, por una razón inentendible.
Por más que la persona se provoque el llanto, las lágrimas rebeldes se instalan en un rincón donde nadie los ve, ni los moleste.
Y así voy pasando la noche, donde la lluvia se rebela contra las nubes y caen de a poco en el asfalto, trato de imitarlas pero, el sueño me vence una vez más, trato de que mi cerebro trabaje y piense en cosas del día, pero mi cerebro cansado hace que mis ojos se cierren, anehlando a que el día ilumine mi rostro, que últimamente finge una sonrisa…