El escritor veterano Manuel Vicent (de Castellón) tiene ya 73 años de edad. Yo he sido siempre un gran admirador de las columnas literarias que escribe en el Diario El País. Ayer domingo escribió una de las mejores titulada “Brindis” donde hace una pequeña disección de lo que es la edad en los seres humanos.
En un párrafo señala: “Alguna gente madura, tal vez la más lúcida, suele pensar que lo mejor que tiene la juventud es que ya pasó; que fue una época breve y radiante, romántica y vigorosa, pero también llena de luchas internas, temores, dudas, celos y rivalidad”.
Se nota últimamente a Manuel Vicent (siempre tan combatiente él) un poco cansado de experiencias y un mucho de nostálgico. Y es que el principio general de la vida, para un hombre que camina ya hacia los 80, es que, como dice él, “lo que íbamos a ser de mayores ya lo somos y lo que no íbamos a ser ya no lo seremos”. A mí me parece una frase llena de sabiduría. De la sabiduría que no está en los libros sino en la propia vida de un ser humano.
El amplio y sencillo espectro vital al que se refiere Vicent me hace pensar que nos está indicando el carácter y la forma de ser que se inicia en la infancia, atraviesa la siempre turbulenta pubertad, y se consolida como personalidad propia en la plena juventud.
Manuel Vicent está ya a pocos pasos del final y reconoce que una vez superada la edad de los 50 años hay que mantener la dignidad de lo que se es y el decoro de brindar por cada día de luz que podamos gozar. Seguir bordeando nuestro “ser” (lo que se es a partir de los 50) y ya no sorprenderse cuando vemos que no vamos a ser lo que no vamos a ser (valga la redundancia de estas palabras).
Esta vida tiene las sorprendentes paradojas de que hay ancianos como Vicent que tienen lucidez mental suficiente para añadir luz a las notalgias y brindar por la vida… mientras que se ven, lamentablemente, a muchos jóvenes veinteañeros que, por las circunstancias de la vida actual, se nos presentan agotados, cansados de vivir, sin más historias que contar que la desilusión.
Bien. Volvamos al principio. Volvamos al título de mi texto. Lo que ya no se puede ser no tiene por qué ser un paradigma de tristeza sino una ocasión propicia de estar contento con lo que se es. Y brindar por la vida aunque sea caminando ya por los bordes del camino.