Erase una vez que Carlos estaba coladito hasta los huesos por Rosalía. Estaba tan enamoradísimo de ella que no hacía más que repetirle todos los dias los mismo:
– Rosalía… !!por tu culpa un día de estos voy a perder los sentidos…!!.
– No seas loco, Carlos. Yo soy solo una chica más en tus conquistas.
– !!Te juro que no, Rosalía!!. !Tú eres distinta!. !Por tu culpa voy a perder los sentidos!.
Y así pasaban las horas enteras sentados debajo de la frondosa higuera.
Ayer mismo se repitió la escena una vez más.
– Rosalía!. !!Que te juro que por tu culpa voy a perder los sentidos!!.
– Mira, Carlos… déjate ya de decir tonterías y toma, te he traido esos caramelos de sabor fuerte que tanto te gustan.
– !Qué bien, Rosalía!. !Cuánto te amo!. !Uno de fresa, Rosalía!. !De fresa fuerte como tu boca!.
Rosalía le entregó un caramelo de fresa de sabor fortísimo. Carlos se lo llevó a la boca y lo comenzó a chupar con deleite.
– !Rosalía!. !Esto no es fresa!.
– ¿Cómo que no es de fresa?. !De fresa fuerte como mi boca!.
– Pues no sabe nada. Este caramelo no tiene sabor.
– ¿Qué raro?. Si es de los de siempre. ¿Quieres uno de limón de sabor fortísimo?.
– !Sí!. !Uno de limón que me sepa tan fuerte como tus pechos!.
Y Carlos se echó a la boca un caramelo de limón fortísimo de sabor.
– !Rosalía!. ¿Qué es esto?. ¿Qué caramelos son éstos?.
– !Los de siempre, Carlos!. !Los mismos de siempre!.
– !!Pues no sabe a nada!!.
– Carlos… me estás preocupando… ¿quieres uno de menta tan fuerte como mis muslos!.
– !Sí!. Rosalía. !!Dame uno fortísimo de menta como el sabor de tus muslos!!.
Y Carlos se metió a la boca un caramelo de menta de sabor fortísimo.
– !!Rosalía!!. !!No sabe a nada!!. ¿Qué está sucediendo con los caramelos?.
– Carlos… !has perdido el sentido del gusto!. Si no sacas gusto a estos caramelos de siempre es que has perdido el sentido del gusto…
Carlos cogió las manos de Rosalía.
– No, Carlos. Las tengo congeladas. Tengo mucho frío en las manos.
– ¿De qué me estás hablando?. No tienes las manos congeladas. Tus manos no tienen ninguna sensación hoy.
– ¿Cómo que no?. Tengo las manos congeladas y además la frente la tengo hirviendo.
Carlos puso su mano derecha sobre la frente de Rosalía.
– ¿Hirviendo?. !Yo no siento nada!. Ni tus manos están heladas ni tu frente está ardiendo.
– !Ay Carlos!. !Qué también has perdido el sentido del tacto!. !!Tienes que ir mañana mismo al doctor a que te revise!!.
– Bueno Rosalía… eso será mañana.., ahora solo quiero decirte que !!Te amo!!. ¿Me amas tú también a mí?.
Rosalía gritó a Carlos que le amaba más que nunca…
– ¿Díme algo Rosalía?. ¿Por qué no me dices si me amas o no?. !!Es hora de saber si es cierto que me amas tanto como yo a ti!!.
Rosalía siguió gritando a pleno pulmón que amaba a Carlos más que nunca. Pero Carlos no oía nada.
– Rosalía… ¿qué dices?. ¿No te oigo nada?.
Carlos había perdido el sentido del oído y quiso chillar… quiso dedicarle a Rosalía todo un discurso oratorio demostrándole que la amaba como si fuera la única mujer existente en el mundo… pero ninguna palabra salía de la boca de Carlos.
Rosalía, desesperada, hablaba a Carlos pero este no la escuchaba. Rosalía le pedía que le dijese algo, que le contase si era cierto que la amaba tanto como decía siempre o si ya se le había pasado el amor. Pero Carlos no podía hablar. Había perdido el sentido del habla.
De repente Rosalía se fue esfumando de la vista de Carlos. Carlos la vio primero borrosa, después ls fue perdiendo de vista. Rosalía, asustada, se zafó del abrazo de Carlos que se sujetaba a ella haciéndola daño porque no tenía sentido del tacto. Y Rosalía se fugó de debajo de la higuera mientras Carlos quedó en completa oscuridad.
Carlos había perdido el sentido de la vista.
De tanto repetir a Rosalía aquellos de !!Te juro Rosalía que por tu culpa un día voy a perder los sentidos!!… había llegado ese día. Por culpa de Rosalía, Carlos acababa de perder sus cinco sentidos.