1l970. Tiempo inolvidable. El cerco de las chavalas muy guapas, muy inteligentes y muy interesantes, se estrecha a mi alrededor. Tengo que estar “al loro” para no caer antes de tiempo (como ya ha pasado con mi rival Emilín). El asunto es que me estoy enfrentando, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, a los del botijo: El Pajarito, El Pepe Luis, El Papanatas y El Gafas. A cada cual peor en esto del ligar con chavalas muy guapas, muy inteligentes y muy interesantes, que siguen estrechando su círculo amenazador (devoradoras de los incrédulos), mientras me empieza a faltar el aire y estoy ya a punto de caer derrotado por KO. Pero mi resistencia es como la de “El Chopo” (como Iríbar no hay ninguno), al cual ya se le han reconocido todos sus méritos. ¿Cómo poder evitar aquel grave peligro saliendo sano y salvo del combate?
Los del botijo van cayendo, uno tras otro, sin comerse ni una rosca. Es testigo presencial de aquellas tremebundas luchas emocionales una Irán Eory en plena forma física y mental. Manteniendo el equilibrio sobre la cuerda floja me aferro a las cuerdas del ring para no caer definitivamente mientras los del botijo, para olvidar sus derrotas continuas, no hacen más que empinar del anís del mono. Cogen tales monas que no se enteran de por dónde meto yo los ganchos noqueadores. Tengo que aguantar y guardar mi retaguardia para no recibir golpes bajos.
El Pajarito sucumbe. El Pepe Luis sucumbe. El Papanatas sucumbe. El Gafas sucumbe. ¿Sucumbiré yo también? Cuando ya parece que voy a sucumbir sin remedio alguno, me aferro al milagro de ser salvado por la campana. Efectivamente, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, es una pelea continua la de todo aquel año. Los del botijo se pierden sin encontrar la salida. Sólo piensan en ligar pero ni saben ni pueden aunque sí quieren. Recuerdo otra vez a Kubala. Me consta solamente en mi memoria que los del botijo quieren pero ni saben ni pueden. Porque esto de ligar con las chavalas más guapas, más inteligentes y más interesantes no es solamente un querer sino, sobre todo, un saber y un poder.
Y así va pasando el año mientras aprendo la táctica castiza y madrileña de El Maestro porque técnica y estrategia ya tengo suficiente. Hasta que… ¡por fin!… me salva la campana de un grogui que algunos están anunciando y que termina con que se quedan con la boca abierta cuando observan que no he caído. El KO, cantado por la mayoría de mis adversarios, no se produce debido a mi gran resistencia física y, sobre todo, a mi gran resistencia psicológica. Hago el petate y me voy camino de Alcalá de Henares aunque sé que si te dicen que caí algún día volveré. Los del botijo todavía estarán cogiendo monas con el anís para olvidar…