En el principio de los principios de la nueva era, después de la horrible Segunda Guerra Mundial, allá por finales de la década de los 50 o principios de los 60 (que en eso no se ponen de acuerdo los cuentacuentos), hubo un par de gorriones (macho y hembra) que se amaban tan profundamente que, muy poco tiempo después, nacieron cuatro pequeños huevos en el nido que, con enormes esfuerzos, habían construido los dos entre las ramas de un peral. La gorriona hembra se pasaba todas las horas dando calor a sus futuras crías mientras el esforzado y valiente gorrión macho bajaba a la tierra a buscar semillas y otros alimentos con los que alimenta a su amada gorriona.
Y sucedió que un día gris dos maléficos personajes (un tío y su sobrino que se jactaban de ser galanes conquistadores de mujeres), como tenían por costumbre sádica matar pájaros por el puro placer de matarlos, divisaron al inocente gorrión que buscaba alimento para su hembra.
Ni cortos ni perezosos, con los ojos hirviendo de saciedad malsana, los dos galanes conquistadores de mujeres y rompecorazones, apuntaron al unísono al humilde y sencillo gorrión que era feliz pensando en ver nacer a sus crías. Dispararon directamente al corazón, pues ya hemos dicho que se las daban de rompecorazones, y los dos balines penetraron mortalmente en el corazón del humilde y sencillo gorrión que quedó inmediatamente muerto sobre la tierra mientras la gorriona hembra comenzó a piar lastimosamente y de sus ojos surgieron lágrimas inocentes.
Los dos galanes rompecorazones de mujeres y pájaros, se echaron las escopetas al hombro, soltaron una alegre carcajada y, abandonando el cuerpo del gorrión para que fuese pasto para los cuervos, se marcharon de aldea en aldea contando su heroica hazaña.
La gorriona hembra no podía abandonar el nido pues en ese caso sus crías no tendrían calor suficiente para nacer.
Pero acertó a pasar por allí un poeta quien, viendo el cuerpo yaciente del gorrión macho, lo acarició, le dio un beso amoroso y lo sepultó cristianamente. Como dedujo que la gorriona hembra se moriría de hambre, y con ella sus pajarillos, él mismo se dedicó, día tras día, a buscar semillas, frutos y otros alimentos con los que alimentaba a la gorriona hembra que, en señal de agradecimiento piaba bellas canciones.
Poco tiempo después nacieron los gorrioncillos (dos machos y dos hembras exactamente) y llegó la hora en que el poeta debía de seguir su camino.
– Muchas gracias -dijo simplemente la humilde y sencilla gorriona hembra.
– No me des las gracias a mí… dáselas a Dios.
– Entonces ¿te vas?.
– Debo seguir mi Destino… pero creced y multiplicáos y llenad la tierra de libertad, de amor y de paz, sin hacer distinciones entre lo blanco y lo negro.
Así lo hicieron los gorriones. Y se multiplicaron por toda la Tierra y por eso, por no tener discrimanciones entre lo blanco y lo negro es por lo que su plumaje es gris.
Y el poeta escribió un bello poema sobre los dos gorriones:
Al alba… al alba…
al alba nacerá el blando
y sutil y suave llanto
de un canto
de gorrión.
Al alba… al alba…
ese llanto inocente
se convertirá en canción.
Este era el inicio de una hermosa canción que el poeta canta de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad mientras los dos galanes rompecorazones de mujeres y de pájaros siguen, de aldea en aldea, contando, ufanos y satisfechos, que un día mataron a un gorrión, los dos al unísono, para mostrar las grandes hazañas que hacían sobre la Tierra.
Y el cielo volvió a volver a ser azul… mientras por el aire vuelan los gorriones en todos los Continentes de la Tierra haciendo compañía a los hombres y mujeres de buena voluntad. Y cuentan los cuentacuentos que el peral donde habían construido su nido dio como fruto las peras más dulces jamás conocidas mientras en su tronco, a filo de navaja, el poeta escribió: “Hoy ha nacido la Paz”.