La vida de los seres humanos es un suceso temporal de carácter complejo. En el trayecto de la vida de un ser humano hasta su muerte (en los casos en que cumplen todas sus etapas) hay un reloj “biológico” temporal que va marcando las etapas en ese aspecto. Para mi pueden dividirse, sintetizando todo lo posible, en tres grandes etapas y cada una de estas tres conlleva a su vez dos subetapas. Las tres etapas grandes son el Crecimiento, el Desarrollo y la Decadencia. El Crecimiento se subdivide a su vez en dos pequeñas etapas: la Infancia (0-15 años) y la Juventud (16-30). El desarrollo se subdivide en la Madurez (31-45 años) y el Apogeo (46-60). La decadencia, por tanto, se subdivide en Vejez (61-75) y Ancianidad (76-fin de la vida).
Pero no es esto más que una clasificación biológica y además muy relativa si tenemos en cuenta la otra gran cantidad de relojes que dictaminan la secuencia vital de los seres humanos. Algunos de ellos son, por ejemplo, el reloj “experimental” que va marcando el desarrollo humano a través de las experiencias vividas. Hay otro reloj que podríamos llamar “emocional” que depende de las intensidades con que se viven esas experiencias (no es lo mismo cantidad de experiencia que intensidad de experiencia). Otro reloj es el “caracteriológico” que nos marca la vida según sea nuestro carácter. Está el reloj “temperamental” que se refiere a nuestro temperamento. Hay relojes como el “sensitivo” que no es igual para todos los humanos y que responde a las varias clases de sensibilidades que existen.
También hay relojes complementarios como el “sociológico” que nos señala el transcurso de nuestras vidas dentro del ámbito social al que pertenecemos. El reloj “psicológico” pertenece a nuestra psiquis y nos marca también su propio destino. El reloj “economicista” nos marca ese transcurso según la escala económica (la clase económica a la que vamos perteneciendo a lo largo de la vida. Hay otros muchos relojes complementarios como el “intelectivo” que mide nuestra intelectualidad, el “cuilturalista” nuestros bagajes culturales, el “espiritualista” que mide el devenir de nuestras vidas regidas por nuestra clase de espíritu y un sinfín de relojes más como pueden ser el reloj “vivencialista” que nos mide las vivencias (vivencia es distinto que experiencia), el reloj “comunicacional” (cómo nos comunicamos con nosotros y con los demás), el reloj “intimista” de nuestros principios y valores, sus coherencias o sus incoherencias, el reloj “creencial” que nos mide el tiempo según vayan evolucionando nuestras creencias. El reloj “evolucionista” marca nuestra evolución como seres pensantes. Hay relojes tan curiosos como el “accidentalista” que nos marca repentinamente en “accidentes” importantes que dieron cambio de rumbo a nuestras vidas. Y así hasta un sinfín de relojes que hace que cada ser humano –hombre o mujer- sea único y exclusivo, que hacen que no hayan existido jamás ni existirán tampoco jamás dos seres humanos completamente iguales.
Me gustan tus reflexiones, sobre todo tus conclusiones ya que tambien pienso que cada ser humano, hombre o mujer, es unico y exclusivo. A mi, particularmente no me gustan los relojes, pero no se bien porqué.
Gracias por tu comentario a mi relato y por tu calida bienvenida al grupo.
J.DIANA
Interesante reflexión sobre el tiempo.
El tiempo nos persigue inexorablemente. Tic tac tic tac
Es curioso porque el tiempo y el espacio son coordenadas muy humanas. No sé hasta que punto existen o son una invención nuestra.
;-))
El ejemplo que me parece pueden dar los relojes es que marcan su segundo en su tiempo, lo relaciono con que para cada cosa hay un tiempo y lugar, sin adelantarse, sin atrasarse… sin hacer de más o de menos sino lo justo
Me ha encantado tu texto, Diesel. Estoy plenamente de acuerdo con él: somos un mosaico la mar de complicado e irrepetible. Afortunadamente, porque si no seríamos humanoides.
Un abrazo.
La medición del tiempo y del espacio, así como de toda la terminología cronológica añadida en su sagaz comentario, se pueden simplificar a un punto real, es decir al aquí y ahora, lo demás no existe.