Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel cuentan historias profundas, adoloridas y melancólicas. Es la verdad andante de un descontento profundo con el mundo. Su historia se identifica con un personaje que lee lo que otros esconden.
Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel leen a Sartre y dicen que la vida se dinamita y se construye con los escombros de su biografía convertidos en ladrillos. En su mirar no hay situaciones de vida privada sino un profundo mapa de su alma, de sus sentimientos, del dolor por haber sido dejado.
Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel señalan que es un tipo que se droga porque se da cuenta de que va a morir sin solucionar nada. Con la energía de un alcohólico que emplea la vida para fregarse a trompazos con la existencia.
Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel necesitan de mucho afecto. Y así en su idioma cristalino y enfermizo lo dicen: “Por favor, mirénme que valgo la pena”. Y toda esa es su historia. Pero la enfermedad los convierte en impotentes.
Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel dicen que viven el pasado y el futuro como un gran presente. Y ese punto les hace vivir una especie de ilusión. Claro que valen la pena las cosas de la vida. Para escribirlas en la mirada. Pero tienen estos ojos demasiado miedo a la vida.
Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel hablan de un ser que toca la trompeta, el piano y la guitarra mientras los demás bailan. Así es como es. Tal como se le ve. Es el su música. Parte de la terapia que le ha tocado vivir para superar a la droga. No hace absolutamente nada más.
Existencialismo puro y duro compañero, en los ojos tristes del existir efímero, abocado al fin de la existencia en si mismo.
Profunda reflexión que lleva mi espíritu al conocimiento de la verdad por muchos olvidada.
Me ha encadenado tu relato, al pensamiento que muchas veces medito en soledad.
En realidad todos somos un par de ojos tristes, que asomamos por la vida de pasada.
Un saludo.
Muy buen retrato de personalidad a partir de esos “ojos tristes”.