Vuelan los pequeños petirrojos europeos desde un tejado a otro, desde una rama a otra, desde un sueño a otro… los pequeños petirrojos juegan en el agua de los mil colores y sus cantos rezuman savia de aves felices. Los pequeños petirrojos bailan en el centro de los corazones de las fuentes orladas de plata y en las buhardillas de los poetas y pintores bohemios de corazón infantil. Allí en las buhardillas humildes, duermen los pequeños petirrojos entre los tablones convertidos en mesa para escribir, pintar y dibujar.
Allí están siempre los pequeños petirrojos europeos animando a las musas de los poetas, pintores y demás artistas de esta pléyade llamada literaria, pictórica, escultural.
Son los pequeños petirrojos europeos compañeros de la sinceridad en esa hora en que los relojes han detenido el tiempo para convetirse en un cero absoluto de segundos y minutos. Por cada latido del corazón de un pequeño petirrojo europeo el poeta escribe: “Sales de mí para entrar en mí, entras en mí para salir de mí… ¿cómo puedo retenerte para siempre en mi corazón?.
Y el pequeño petirrojo europeo decide dejar de ser vagabundo y se queda dentro, muy dentro, del corazón del poeta.