Madrid… ¡claro que sí!.
Va por ti
el Gran Sueño de Verdad
y en tu Palacio de Cristal
para de nuevo vivir
la Dorada Eternidad
de la edad juvenil
entre La Chopera
y El Rastro
donde dejé mi retrato
aguardando, dura espera,
volver a hacer nuevo pacto
con la eterna primavera.
Madrid… ¡claro que sí!.
Con La Cibeles morena
de tanto que yo te ví
madrileña y sirena
con música de Chapí.
En aquella Estación de Metro
donde siempre tengo el reto
de ser otra vez el que fuí…
Soy de tí,
Neptuno de la blanca espuma
y la luz de la luna bruna
que le afrecí a mi Lilí.
Madrid… ¡claro que sí!.
Con la Academia en la cima
donde me situé encima
de un dibujo carmesí
y un corazón ardiente
me llena de nuevo el silente
epacio donde sentí
el rumor de la corriente
del Manzanares y así…
caminando entre tus calles…
soy de nuevo un pasacalles
de aquella edad infantil.
Saltan los espejos blancos
del bohemio Café Gijón
y en un rincón
estoy otra vez con tabacos
del paquete de cartón.
En el Museo de Cera
ya está… ya me espera…
de nuevo mirando el talle
de mi chavala al detalle,
el viejecito de la acera.
Madrid… ¡claro que sí!.
Y con la voz extranjera
ella se hace viajera
de tu madrileño encanto.
Es por por lo que ahora canto
este poema a la compañera
que española se me hizo
para romeper el hechizo
del brujo y de la ramera.
Ya estamos aquí para siempre
con nuestros juveniles cuerpos.
Ella, modelo de mis encuentros
y yo sólo fuí quien la escribí
miles de versos mardrileños y ví
cómo la brisa de aquí
nos devolvió hacia el centro
del espíritu de abril.
Abrir
de Alcalá ya las grises puertas
que entre sus arcos son ciertas
las flores que hay aquí.
Y ella es la más bonita
desde Latina a Chamberí.
No la perdí.
La gané en fiel batalla
y su beso ahora estalla
en medio del popurrí
de canciones bien castizas;
convertidos ya en trizas
los dragones del Pirulí.
Y vamos por la Ferrocarril
cruzando de acera en acera
haciendo más feliz la manera
de caminar sin carril.
Así es como por el Divino
Vallés de la acera calva
el destino nos enclava
en este Madrid matutino.
¡Ay Bretón de los Herreros
que quisisite poner hierros
a nuestra llegada triunfal!.
En la calle del Arenal
ya la están viendo llegando
y yo a su lado caminando
convertido en un chaval.
De Juan Duque hasta Arganzuela
van cayendo en la cajuela
de su deportivo coche…
noche a noche… noche a noche…
el brillo de la estela
de sus ojos de mujer
que a sus dieciseis abriles
le añade esos perfiles
que la hacen embellecer.
Y yo sonrío paseando
con ella por el Retiro
mientras la cabeza giro
para saludar a un amigo.
Ella tiene ya su abrigo
en mi corazon de poeta.
¡Hemos llegado a la meta
de nuestro eterno destino!.
Con un buen vaso de vino
en la Cueva de aquel Sésamo
yo voy y la amo
con mil besos en el fino
rostro de mujer simpar
y somos solo un par
de jóvenes sonriendo
mientras seguimos viviendo
desde esta brillante Gran Vía
que nunca ya nos desvía
lo que estamos recogiendo.
Madrid… ¡claro que sí!.
Un destino sin fronteras
que nos abres toda entera
las flores y el alhelí.
!Ay de tí mal compadrito
que quisiste enamorarla!
sin saber que era bendito
este saber cómo amarla
y había que haberla soñado.
Por eso está a mi lado
tan juvenil que hasta Parla
ha llegado la noticia.
!Milagro!. !Es un Milagro!.
Un Milagro sin la avaricia
ni clase alguna de malicia
sino con estilo y garbo.
Y yo voy y la abro
sus dieciseis lindas estrellas
que en sus ojos con más bellas
cuando al mirarla descubro
que siempre en ella hubo
ese Milagro esencial.
Por eso es la especial
modelo de mi Gran Sueño
y yo, ahora, ya dueño
de nuevo de la grandeza
que me regaló la realeza
de Dios en un mes de junio
la miro en el plenilunio
de la moche madrileña
y pinto la luz en su bella
sonrisa azul y dorada.
Ella es esa Hada
de mi edad ya recobrada.
Madrid… ¡claro que sí!.
Don Alfonso XII mira
y el gorrión ya respira
en el Estanque azulado.
Ella siempre a mi lado
y al final el enemigo
totalmente derrotado
se aleja como mendigo
y deja en paz su avaricia.
Ella sólo me acaricia
mientras yo a ella la bendigo.