Es tarde para lamentarse, Elisa. Te avisé… Tú también debías vacunarte. Es cierto que había pocas posibilidades, pero las suficientes para que te contagiaras… Admito que nunca pensé que podías llegar a esta situación. Tú, la inmune a cualquier enfermedad, la enfermera de todo soñador… Y no me hiciste caso. Poco a poco, silenciosamente, el virus penetró en tu cuerpo. Dejaste que cada una de tus células se emborrachara de pequeñas partículas malignas. La embriaguez te cautivó, te hizo sentirte viva… Pero los síntomas no te gustaban: frío – tibio – caliente – ardiendo… congelado. Y llegaste al éxtasis… dicen que las cosas más reales sólo suceden en la imaginación… Estados febriles, sueños que permitían volar acompañados de noches que prohibían soñar.
Diagnóstico: Corazón roto.
Actividades: Desintoxicación.
Su doctor… Razón.
Me gustó eso de frío-tibio-caliente-ardiedo… congelado. Es buena la lectura de tu relato escueto pero directo. Síntomas. Los síntomas nunca perdonan.