Me pregunto ¿hay suficiente con mil palabras para poder expresar un sentimiento?. Mil palabras son como mil gestos o mil acciones. Ellas recogen todo un pretexto del sentir en todo un contexto del vivir. ¿Es verdad que mil palabras pueden expresarse con mil miradas diferentes?. Sí. Es verdad. Necesariamente verdad.
Observemos a mil personas de frente. Cada una de ellas, hombres y mujeres (niños, jóvenes, adultos o ancianos) tiene su propia mirada personal e intransferible. Nadie mira con la mirada de otro y cada ser humano interpreta la vida con su propia e inequívoca forma de mirar. Es sello personal.
Hay miradas alegres y miradas tristes. Hay miradas suaves y miradas duras. Hay miradas de amor y también hay miradas de odio. Miradas que acarician. Miradas que sorprenden. Miradas que asustan. Hay miradas que te acompañan en la soledad y miradas que te escuchan. También hay miradas que te ignoran.
En el largo caminar por esta vida hay veces que una sola mirada cambia toda tu existencia. Otras veces una sola mirada te hace pensar. A veces una sola mirada te deja tan inseguro que llegas a dudar. A veces sueñas con una mirada especial. Otras veces huyes de ella.
Existen miradas que brillan llenas de una luz que impregna todos los sentidos humanos de una vida espesa y madura. Pero también existen miradas cansadas, opacas, secas, apagadas… miradas que perdieron su entusiasmo por brillar. Entre ambos extremos hay miradas fluidas, ligeras, audaces… y también las hay tranquilas y pausadas.
Las miradas siempre hablan y por eso ha habido sabios que han dicho que en la mirada se ve lo que un hombre o una mujer llevan dentro de su alma. De ahí que encontremos a menudo miradas para la paz y miradas para la guerra. Miradas que son espíritus.
Podemos encontrarnos, un día, con miradas coléricas que amenazan tormenta sentimental. Al día siguiente podemos hallar, en nuestras íntimas búsquedas, miradas concentradas en algún espacio confidencial. Éstas nos producen siempre la sensación de haber encontrado un respiro a la angustia. Entre la paz y la guerra existen miles de incógnitas.
Ser explorados por la mirada es una experiencia que puede llegar a ser inquietante y llenarnos de desasosiego cuando pensamos que estamos perdiendo el anonimato. Lo contrario a este sentimiento es estar seguro de que a través de la mirada aprendemos a saber quiénes somos y quiénes son los demás.
El poder de la mirada es el equivalente a tener un punto de referencia sobre el presente; nuestro presente y el presente de los demás con quienes convivimos diariamente. No hay que tener miedo a las miradas, salvo cuando éstas son agresivas o peligrosas. Que las hay. Esas son repudiables.
¿Por qué la mirada es un punto de referencia del presente?. Porque cuando diferenciamos la realidad externa (la que sale desde afuera) de la realidad interna de las personas (la que hay dentro de ellas) situamos a los humanos en su justo punto dentro de la multitud de las gentes.
Lo que está siempre oculto a nosotros (lo que hay detrás de nosotros o lo que está tapado a nuestra vista) no puede ser realmente más que intuido pero no reconocido. Sin embargo, la mirada que observamos siempre nos da un conocimiento, una percepción, una alternativa para así saber actuar.
Miremos para movernos por el mundo interno de los seres humanos; para ayudar a alguien a levantar el vuelo; para impulsar a alguien hacia una meta; para charlar con alguien de las cosas profundas que hay más allá de las apariencias externas… porque mirar es acompañar en el viaje humano.
Es cierto que hay miradas hostiles que nos hace distanciarnos lo más lejos posible de ellas, pero también hay miradas admirables (llenas de fe en las personas) a las que dan deseos de quererlas, de amarlas o de simplemente comprenderlas… porque éstas son miradas extraordinarias que nos acogen el ánimo.
Las miradas que acompañan con brillo en los ojos, visibles de atención, nos enmarcan en el acto interpretativo de la vida. No busquéis demasiado en los rostros sin mirada, en los rostros vacíos, porque normalmente un rostro así es de persona sin contenido. Mirar es contemplar y contemplar es descubrir.
Las miradas son puntos de ida y vuelta, escenario visible ante los demás de todo el equipaje de nuestros sueños por el mundo, los rumbos de nuestras ilusiones. Si ves esos caminos de ida vuelta en la mirada de un humano es que tienes ante ti a alguien que vive.
Hay miradas que son tan leves que apenas podemos interpretar su contenido y, a la vez, hay miradas tan penetrantes que estamos siempre dispuestos a interpretar sus misterios. A interpretarlos, explorarlos y ¡por qué no! Fantasearlos e imaginarlos en “el viaje del tiempo”. He ahí lo importante de saber captar.
¿Habéis preguntado alguna vez por qué a primera vista nos caen bien o mal ciertas personas?. La respuesta estriba en que nos hemos fijado en su mirada y ésta nos ha hablado con palabras directas a nuestro corazón. Y nuestro corazón aceptó o rechazó esas palabras escritas en sus ojos.
Los que habéis comprado ya el Libro Vorem Com ¿habéis analizado su significativa portada?. Es un símbolo identificativo de nuestra comunidad literaria. Vemos un texto de palabras escritas que tiene por fondo la mirada de un ojo humano. Porque la mirada es una acción, un gesto, una palabra. Todo un idioma.
La mirada lectora que interpreta las acciones, los gestos, las palabras de un escritor o una escritora, es una mirada lectora que, a su vez, se reconvierte también ella misma en acción, gesto, y palabra. Esa es la grandeza de una página como Vorem Com… que une lectores y escritores.
Leed mil libros, mil textos, mil párrafos, mil líneas o mil palabras. Mirad a las miradas de los humanos, lo que hay en los gestos y lo que hay impreso en el papel… porque mil palabras son mil acciones, mil gestos, mil sentires. Corazón a corazón y alma con alma.
NOTA CURIOSA: Antes de elegir el tema a reflexionar me propuse la idea original de hacer un texto que incluyese exactamente 1.000 palabras (ni una más ni una menos). Entonces me vino por inspiración la idea de la mirada humana como signo de comunicación interpersonal, o sea de palabra dialéctica entre las personas. Comencé a trabajar espontánemante, dejándome llevar ´sólo por el instinto y el pensamiento sobre la experiencia de las miradas humanas, pero teniendo la precaución de no rebasar el límite de las 1.000 palabras en el texto (ni tampoco dejarlo en 999). El reto era ver si era capaz de expresar lo que sentía con sólo esas 1.000 palabras y dejar un texto completo. Así que para hacer más cómodo el trabajo lo fuí construyendo en base a párrafos de 50 palabras cada uno. Como veréis, si alguien quiere comprobarlo, el texto se compone de 20 párrafos de 50 palabras cada uno de ellos. Si las matemáticas no engañan (y en esta ocasión no me engañaron) 20 multiplicado por 50 da un total de 1.000 palabras justas. Cerré el texto con la satisfacción de la misión cumplida. Si además sirve de reflexión sobre un tema que pueda ser interesante eso depende del lector. Un abrazo a todos.
Muy interesante el tema de las miradas. Siempre he pensado que la forma de mirar de las personas son el reflejo exacto de su alma, pero nunca lo había meditado de una manera tan completa como tú lo haces en este texto. Y efectivamente, después de haber estado “enganchada” en el tema y releermelo por dos veces para asimilarlo profundamente, he comprobado que sí, que son exactamente 1.000 las palabras que has empleado (con 20 párrafos de 50 palabras cada uno). !Eres un mago de las letras!. No sólo entretienes y admiras por tus contenidos sino que hasta te diviertes jugando con la literatura. !Chapeau!. !Me quito el sombrero!.
Detenerse en “la mirada en letras” de Vorem y leer tu texto, y empezar a volar… Además, como dice Carolina, jugando con las letras…y los números. Hoy tengo una cena en la que estaré más atenta si cabe a cada mirada…, mañana te cuento, jajajaja, un abrazo Diesel