Tiene nombre de cuadernillo de poemas con sabor a niñez. Pero es una escondida aldea ubicada a siete kilómetros de Cuenca, siguiendo la carretera que bordea la Hoz del Huécar, que termina en el poblado de Palomeras, después de haber arrancado desde el Puente de San Pablo, frente a las famosas Casas Colgadas y el Museo de Arte Abstracto. Molinos de Papel. Nombre romántico, con sabor a antiguo romancero castellano, de pequeñas infancias jugando, en las orillas del río, a intrépidos baños en los remolinos, junto a niñas alegres y risueñas que holían a espliego, jara, tomillo y avena.
Ya no está poblada la aldea en invierno. Murió el tío Cruz, al que veíamos sentado en los riscos o andando con las cabras por los oteros y los prados que se perdían junto a viejos y resecos olivos. Murió la tía María, la de los patos y las gallinas, que guardaba nueces bajo la cama y caminaba todos los días desde el huerto hasta la capital conquense para vender sus productos y viceversa… con un caminar lleno de palpitantes traqueteos del viejo carromato que arrastraba la mula al son de los goznes aceitados. Murió doñaRufina, la abuelita de infancia de infinitos paseares por las costanillas siempre con el pañuelo anudado al moño y con castañas en su fladriquera y panes mojados en agua para alimentar a las palomas. Y murieron la Otilia, la Juliana, el Notario, don Pancho, la Uruguaya…. murieron la vieja maestra, el boticario, el cura, el ingeniero… murieron casi todos. Ya sólo quedan el Benito y el Josele y pocos más.
Toda la juventud de Molinos de Papel emigró a hacer sus nidos a las ciudades del más allá… del más allá de los rocosos horizontes de figuras extrañas y los robledales humedecidos por el vaho de las madrugadas… y quedó abandonada la aldea y el frontón del juego de pelota y la escuela con su mapa geográfico de España grabado en roca y la ermita y la iglesia románica y las cochineras de los alrededores colindantes y el panal de abejas y, sobre todo, quedaron abandonados los viejos molinos de papel…
Ya sólo en verano llegan los descendientes. Vienen, con sus últimos modelos automo´vilísticos, de Madrid, y deValencia, y de Castellón de la Plana… y entonces, esporádicamente, como una bengala encendida en medio de la noche de brujas, duendes y fantasmas, cuando cantan los grillos, se encienden las luciérnagas y aúlla el lobo por la´serranía mientras el agua suena cayendo desde los tejadillos a las callejuelas, vuelve a brillar levemente el campo agosteño y amarillo y los huertos verdes parecen querer vivir… y el río hace u´n último esfuerzo como queriendo volver a torrenciarse.
Si alguna vez pasas por allí, haz un alto en el camino, detente un momento en el puente de piedra y asómate al petril… posiblemente vislumbres allí a un niño que, con el alma blanca y desnuda, se baña en la poza columpiando su sonrisa en el vergel de la nostalgia, con los labios manchados de moras, escuchando a los jilgueros del atardecer y escribiendo lenes poemas en el agua dulce mientras, muy cerca de él, en la carretera, batallan los moros y cristianos durante los festejos de San Julián.
¡Creo en las palabras que nacen de la experiencia y son verdad! Un texto hermoso, porque es sentido, porque no pasa de largo, sino que te abliga a detenerte. Es un paisaje de un inmensa belleza, porque a su vez, nos muestra que todo cambia, que aligera la vida y que la memoria ausente no existe, si en unas palabras el recuerdo hace resugir lo vivido. Muchas gracias por dar a la palabra su razón de ser.