En el palacio de la memoria soy un rostro encendido, mi cuerpo se hace humo y me avento en la incesante eclosión de todo lo habitado para conventirme en pequeña transparencia de sombra quebrada por lo rojizo del atardecer. ¿Me ves?. ¿Me intuyes en este sueño brioso del crujir de los árboles bajo el viento, de la paciencia de lo inmóvil sobre las horas y de lo coloreado de mi sangre en su especie?.
Dentro de mí corre el pequeño concierto de la blanda tarde en que este cielo, lúcido de paisaje con vida, rezuma en el fuego de esas palomas que, como flechas, pasan raudas por encima de la iluminada fuerza del paisaje.
Dentro de mí hay un vitral de párpados sosteniendo la vigilia, un suspiro suspendido que no cesa, un perpetuo perderse entre la furia del invierno, un universo de vida que cae… cae… cae hacia la superficie de la eterna búsqueda.
A la poesía le seducen las andanzas de este ascendente día iluminado que hace historia dentro de la Historia. Un mensaje brinca en medio de este baile de rosas ácidas enmascaradas tras los cristales de las letras. Y las palabras surgen como rostros con sombra azul.
Es el llamar a las distancias este recorrer con mi memoria lo que hay más allá del principio de los seres humanos…