“Todo esto es tan grande y pesado que cuando me despierto parece que estoy matando dinosaurios con tirachinas”. Esto es un párrafo de una novela escrita por el alicantino Pedro Maestre (Elda, 1963) con la que obtuvo el Premio Nadal en 1996). ¿Qué decir de esta novela titulada “Matando dinosaurios con tirachinas”?. ¿Habéis leído “Cinco horas con Mario” de Miguel Delibes?. Pues la estructura de Matando dinosaurios… y el esquema dialéctico es el mismo. Sólo que mientras Cinco horas con Mario es lectura de “fondo”, ésta es lectura de “superficie”. Voy a explicarlo.
Matando dinosaurios con tirachinas está escrita, al igual que la novela de Delibes, en primera persona y es toda ella un monólogo con personas ausentes (personajes no presentes en el diálogo pero que están implícitos dentro de la historia). Mientras la viuda de Mario dialoga continuamente con su esposo muerto y profundiza en temas muy hondos de la psicología humana, Pedro Maestre hace hablar a su personaje (también llamado Pedro) con todos los hombres y mujeres que forman parte cotidiana de su vida diaria: sus familiares, su novia y sus amigos. Y plantea una cuestión desde el ámbito de los sociológico. Nunca irrumpe en los aspectos psicológicos de sus personajes.
La historia de esta novela es la de un joven de 25 años de edad, que ha vivido siempre en Elda (Alicante) y que ahora, para cumplir un servicio social sutitutivo del servicio militar (ya que es objetor de conciencia) se traslada a Alcoy (también en Alicante) a vivir con su novia e independizarse de la vida con sus abuelos, padres y amigos. Es la iniciación a una vida adulta de un joven que lo ha tenido todo y que siempre ha estado sobreprotegido por su familia y amigos.
Por eso las vivencias que están sucediendo a lo largo de toda la novela (desde la muerte de su abuelo hasta la ruptura con su novia Elia, pasando por el amor-odio hacia su padre y la comprensión-incomprensión hacia su madre y su abuela) son vivencias que presentan cortes abruptos. El monólogo va de un lugar a otro, de un tiempo a otro, de una persona a otra… concatenando escenas en medio de unos sentimientos abruptos siempre moldeados por la nostalgia, el cansancio y el desánimo… ya que mientras vive alienado por lo burgués está ocupado en preparar unas oposiciones para el ayuntamiento o cualquier organismo oficial y busca desesperadamente trabajo en “cualquier cosa” sin apenas encontrarlo salvo unas raquíticas clases a alumnos de bachillerato.
El círculo anímico de Pedro es, principalmente, su abuelo que acaba de morir. Le rememora continuamente, le alaba y le censura igual que hace con el padre, la madre y la abuela… porque Pedro todavía es un “mañaco” (que es palabra alicantina que significa adulto que todavía no tiene madurez suficiente).
Con ciertos visos de estarse refiriendo a la que se llamó Generación X, la novela plantea un mundo difícil para jóvenes mal preparados ante la lucha por sobrevivir independientemente. Pero la novela no ahonda en las problemáticas sociales (que las deja en la superficie de cada tema) sino en la vida cotidiana y social de Pedro: las relaciones odio-amor con sus familiares, las relaciones íntimas (pero aquí planteadas de manera muy superficial) con su novia Elia (que terminarán en ruptuira segura) y las relaciones lúdicas con la pandilla de los amigos que ahora está cada uno intentando aprender a vivir independientmente de sus padres (Vicente, Chus, Sergio, Mesca…) y contrapone la vida pueblerina de Elda con la más abigarrada e intensiva de Alcoy. Dos pueblos alicantinos separados por el eje de la visión particular de Pedro.
Pedro quiere dejar de ser un joven kafkiano “que contra Franco vivía mejor” para integrarse a un mundo social que, por otro lado, lo agobia y lo asfixia. El mundo español de los años 90. Con todos los miedos escénicos rodeándoles como fantasmas, ese grupo de jóvenes representado en la figura de Pedro ven cómo sus realizaciones personales se resquebrajan y se frustran continuamente.
Si he de decir la verdad, la novela no me gustó demasiado. Quizás porque, a la larga, no dice gran cosa interesante. Lo que cuenta es conocido por todos como vida sin alicientes mayores que las tristes cotidianeidades de sus personajes. No ahonda como hace Miguel Delibes en Cinco horas con Mario y me dejó sinceramente un sabor a “muy poco”. Os la recomiendo si queréis pasar un rato leyendo algo que es muy fácil de leer (no hay dificultad alguna para comprender el texto) pero es “muy floja” en cuanto a interesante… así que si estáis interesados en distraeros un poco la podéis leer fácilmente (fácil y hasta ligera para digerirla) pero si buscáis un gran novela, algo que os haga pensar y meditar a la vez que disfrutar no os la recomiendo.
Mi puntuación, de 1 a 10, es la de un 6.
“Cinco horas con Mario” no sólo la leí, sino que también la ví en teatro la última vez que Lola Herrera la representó aquí. Siempre me ha gustado.
Pero la verdad es que si no recomiendas “Matando dinosaurios…” no la voy a leer ¿para qué? Sobre todo, porque estoy leyendo últimamente cosas interesantes, de las que haré la crónica en breve.
Saludos.