Se fue. Con 89 años de edad recién cumplidos, Ingmar Bergman, el director cinematográfico sueco nacido en Upsala el día 17 de julio de 1918, hace un par de días que murió. Hoy, en el bar Aquarius, Víctor me ha presentado a un nuevo amigo, Fernando, de 42 años de edad y que, siendo obrero de la construcción, es un gran amante y entendido del cine. Un cinéfilo nato. Y para romper el hielo tras las acostumbradas presentaciones hemos hablado de Ingmar Bergman y lo que supuso para el cine en general y, en particular, para el cine europeo.
Y es que este Bergman (que no era familia de la actriz Ingrid Bergman, también sueca y fallecida hace algunos años) ha pasado a la Historia del Cine como uno de los directores clave de la segunda mitad del siglo XX.
Su diégesis comunicativa, que tanto tiene que ver técnicamente con Andrei Tarkovsky, nos presenta un total de algo más de 40 películas en donde siempre plantea temáticas de gran profundidad narradas con historias dramáticas llenas de mundos metafóricos a través de una limpieza de imágenes verdaderamente singular.
Bergman siempre intentó redescubrir el alma humana en forma genérica influido poderosamente por dos cuestiones vitales en su vida personal: una infancia dura a consecuencia de un padre puritano que le atormentaba con el pecado, la culpa y la redención (no en balde era un rígido pastor protestante) que había que exculpar con encerronas en cuartos oscuros y con latigazos de vez en cuando y un trauma infantil, debido a ello, que lo superó Bergman, en su primera juventud, gracias a que se dedicó al Teatro (especialmente devocionario de Ibsen y Strindberg). Superó la traumatología pseudoreligiosa y se dedicó, en cuerpo y alma al Teatro y al Séptimo Arte (Cine).
Con Fernando hablamos de algunas películas de Bergman que nos dejaron huellas. Y así hablamos de El séptimo sello, Fresas salvajes y El manantial de la doncella. Mientras nos tomamos un bocata de calamares fritos acompañados de una clara de cerveza fresca, Fernando muestra un gran entusiasmo por Bergman y su deseperado sueño de ser y la dificultad de ver más allá de las máscaras que usamos para representar los papeles sociales. Sin máscaras, como me gusta a mí ir por la vida, Fernando me habla de recorridos íntimos, enigmáticos, de esos que se apoderan de los espectadores y que te hacen olvidar que estás sentado en la butaca del cine…
Pasa la tarde… la temperatura, que ha llegado hoy hasta los 45 grados por estos lares, va descendiendo paulatinamente y el recuerdo de Bergman queda latiendo en la fresca atmósfera del Aquarius transportado por esas experiencias estrictamente inquietantes de haber visto a Bergman desnudar el alma humana con sus personajes hasta presentarnos unas historias para la reflexión: desde ese mundo existencialista de la partida de ajedrez de El último sello hasta el cruento suceso de la venganza familiar de El manantial de la doncella (que está basada en antiguas baladas nórdicas del siglo XIII) pasando por los mundos oníricos de los sueños anhelados en el anciano intelectual de Fresas salvajes.
Bien. Me despido de Víctor y Fernando haciendo alusiones a los últimos años de Bergman, que los pasó retirado del mundanal ruido en la isla de Faro (en el Báltico) y dejando para otro día el tema de Antonioni (que también acaba de fallecer).
Dios, el Diablo, la Muerte, la Vida, el Dolor, el Amor, el Desamor… ¡tantos y tantos temas que hay para contar hoy en día!… y que cineastas como Ingmar Bergman nos hicieron tomar como causas presentes en las tertulias con sus extraordinarias capacidades profesionales.
Me voy hacia el autobús. Por el camino me detengo un momento ante el puesto de periódicos para leer el siguiente titular: El blues de la despedida. Efectivamente, pienso mientras subo al autobús, Bergman se merece un blues de despedida y una oda clásica por los grandes momentos que nos hizo pasar ante la pantalla grande. ¡Muchas gracias, Míster Bergman!.
Estimado Diesel, siempre me encantó y me enamoró la forma de hacer cine de Ingmar Bergman. Esta página de tus queridos Diarios me llena de recuerdos y nostalgia y me agrada mucho que hayas podido hacer que recuerde a este genial director. Un abrazo, Diesel. Muy bueno tu texto. Formidable el planteamiento concreto y exacto sobre el arte de Bergman a través de una conversación con un amigo cinéfilo. Por cierto, Diesel, perdona mi ignorancia sobre la palabra “diégesis”. Es nueva para mi pero me parece muy hermosa y quisiera conocer su significado. Sé que está relacionada con el arte del cine pero no termino de ubicarla. ¿Me puedes explicar qué significa?. Gracias, excelente amigo y escritor…
Gracias por tu amable comentario, amigo Nandoyo. En cuanto a la palabra diégesis te cuento que en el lenguaje literario y en el teatro y sobre todo de manera especial en el cine, se conoce con este vocablo (diégesis) al desarrollo narrativo de los hechos. Cervantes, en el Quijote, fue un extraordinario artista de la diégesis, lo mismo que Chejov en sus cuentos y Strindberg en el teatro. En cine, Bergman fue un extraordinario director por la manera de presentarnos los desarrollos narrativos (diégesis) tanto en los diálogos de los personajes como en el lenguaje de sus limpias imágenes y sus nítidas musicografías. Diégesis deriva de la palabra griega “diegisois” y puedes traducirla por desarrollo narrativo o si prefieres también la puedes sustituir por exposicíón narrativa o explicación narrativa. Un abrazo, Nandoyo.