Hace días, tiempo semanas, que no veo a Nicolasa, semanas ha que no.
Y las tardes aburridas en ellas algún pájaro cantor subido en, y cantando, y a la señora ya no más vista he.
Y antes sí, de tanto en tanto, frecuente, sí, vista, y con su mirada de perdida, de persona algo ida, subida en, extraviada, y con un colgante en, e incluso a veces con un carrito pequeño lleno de.
Me detengo a pensar y veo el recuerdo proyectado en la pantalla.
A veces inclusive sentada he la.
¿Dónde?
Pues en el banco de la esquina, hay tantos. Pero Nicolasa se sentaba en el de la esquina.
El banco al raso que habita tieso cerca del banco donde cobraba su pensión de invalidez.
Y ella en la vida y en el ocio ella, entretanto, en el banco, respaldo de madera, en el cuál sentada mirando el pasar de quienes caminaban entonces.
Se hacía algo alargada en el hablar, cada vez que.
No paraba de hablar.
Y la cabeza, la testa como un bombo, de palabras y más palabras tantas, hasta llenar la mente de pesadez; y uno debía cortar por lo sano y a otra cosa, con suavidad, porque a Nicolasa le encantaba hablar y hablar hasta poner la cabeza como un bombo.
Y tiempo ha que no.
Ya no más.
¡Hasta luego!, me dijo la escuché por última vez una tarde por allá lejana, de esas tardes que figuran gravadas en el ayer, y lo era aburrida la tarde con nubes fingiendo distraídas, con movimientos pacientes como perro de aguas, y han pasado los tiempos semanales, y no, ya no más la he, y aquella fue su última frase, y últimos gestos y pequeños desvaríos.
Y recientemente he sabido por una conocida vecina común que me ha dicho ésta, que la señora Nicolasa al parecer sabido es que no se medicaba, y no se cuidaba, y le gustaba abrir botella, y dicen que empinar codo aun cartón envase, y a consecuencias pues, la señora sido hallada ha.
Sentada en su butaca en el domicilio, una mañana, con su corazón quieto para toda la vida, quieto como un fulminado, tajante muy quieto, y a un lado la cabeza caída mala cara, y he sabido que ya no más levantarse ni nada, ni dialogar ni respirar ni conversación, ni movimiento ni alegría ni tristeza, ya nada, como llama en vela que se marcha, así de igual he sabido me han referido que ya no más; fíjense que no más Nicolasa, ¡ni tus ni mus!
Y fue llevada a lugar metálico, artificial, y cargado, lleno de conservantes cancerígenos, llevada para la difunta preparación.
Y la señora ya es memoria histórica de escalera de vecinos. De la comunidad de vecinos y vecinas, y se pasan los días semanales y poco a poco el recuerdo se despide de las carnes y los huesos con sus hablares cansinos de la señora, y cada vez más el recuerdo se va esfumando se va agotando en un dejar ir, un soltar amarres, aflojar resistencias, en una despedida.
Y uno se advierte de lo que es la persona, Nicolasa trastornada, en su casa, ¡cuántas Nicolasas en una!
En sus adentros desconocidos.
En la imagen pública en la calle, la puesta en escena en la vida externa; pero pasa a desconocerse la vida en privado la galería interna; y me han dicho dijeron que la señora en vida, para según quienes fue muy conflictiva creadora de disturbios y de mal proceder y de rabietas y de escándalos y de ruidos y de malas prácticas y de principios de reyerta. Y por el otro lado según con quienes, se mostraba tan agradable la señora tan, que parecía tan.
Quién lo iba a decir que se detendría tan.
¡Quién iba a decir que la señora fuese tan descuidada tanto, y tan poco responsable para sí misma como echándose a perder hasta que llegó su hora, como un titulo sobre un cine y butaca ver película!
Y ya no más vista ha sido. Ni la he oído, ni tus ni mus.
Y las tardes siguen oliendo a sagrada rutina, a aire fresco en vuelo y envuelto y roto, por motor qué caparazón que irrumpe como fastidioso obstáculo de paso, rodante.
Y tardes las, oliendo más allá a cierta tranquilidad, con aroma a pequeño pájaro anidando en palmera, y voces canten unos y otros; y nos sigan enseñando a contar historias normales cosas de la vida aun de seres que ya no más.
¡Quien lo iba a decir, compañero! Quizás las violetas del tiempo ha.
O las violetas del tiempo o las veletas de la vida que.
De violetas a veletas si.
Violetas del tiempo, veletas de la vida o volutas de la existencia ya.
Volutas de la existencia o voluntad pues.
Veletas o veladas quia.
O sea que tal vez.
Estimado compañero y buen amigo de las Letras. Vuelvo a insistir que este relato es muy bueno y de tanta calidad como la que sueles emplear en lo que escribes; por eso, cuando alguien te quiera minusvalorar, recuerda lo que dijo Jean-Baptiste Poquelin “La hipocresía es el colmo de todas las maldades”. No te preocupes por los ignorantes porque los ignorantes ni tan siquiera pueden imaginarse, de lo ignorantes que son, que me estoy refiriendo a Molière.
Y, como dijo Stanislaw Jerzy: “Muchos que quisieron traer luz, fueron colgados de un farol”. Así que sigue adelante y te envío un abrazo cordial y amistoso. Muchos ni tan siquiera son capaces de escribir uno de tus inteligentes párrafos porque ni tienen luz propia ni saben lo que es la luz literaria. Saludos, compañero.