Hay dos ríos, ambos están descansando sobre la tierra. Duermen mientras flotan sobre el agua, y no precisamente sobre una balsa. En cuanto llueve ya están empapados, prefieren tener la piel siempre hidratada, les va mejor.
Su piel es profundamente superficial. Sin anzuelos ni trampas. Las presas que los retienen se las inventaron los vendedores.
Sus pensamientos siempre son transparentes. Nunca discuten de algo que podamos comprender. Siempre nos cuentan cosas que dentro de dos o tres futuros entenderemos.
Hay dos ríos, uno, que es ese, está seco, debe estar pasando sed. No tiene para beber. El otro está mojado, fresco, aseado. Nunca acude a una sauna. No la necesita. No la entiende.
Hay dos ríos, uno, en verano no pasa calor porque desaparece con la sequía. Lo expulsan de su casa invisible. La sequía es un ejercito que no se puede ver, pero se percibe. La sequía no viaja por las nubes, no le dejan. La sequía tiene un arma cortante e invisible que raja la tierra y la quiebra.
Hay dos Ríos, uno está mojado y es respetado por todos los peces. El otro, seco, es pisoteado por el ganado con la lengua fuera; está lleno de polvo, piedras y espinas. No puede lavarse la cara. Ni siquiera pedir una toalla para ir a la piscina a pasar un rato del buen rato. No puede tumbarse en una de esas tumbonas.
Hay dos ríos, uno llora y se mueve de alegría, sabrá o no a donde va. No está quieto, se deja llevar. El otro está ausente, no busca culpables, está reseco, no puede llorar, no le quedan lágrimas, se las llevaron los hidroaviones de miniatura y metal de color rojo que sirven para apagar las iras de los vendedores, que acabarán cotizando en una de esas bolsas llenas de números y gritos de soberbia por ser más listo.
Hay dos ríos, uno está mojado, lleno de vida en movimiento. El otro está seco y reseco, se fugó corriendo descalzo, mataron su contenido y plenitud, no usa zapatos, ni zapatillas; antes de secarse le impusieron barcas de goma que invadían su rostro que es muy grande; tener mucha cara también es otra cosa.
Está en paradero desconocido, nadie sabe donde puede haber ido, quizá haya asaltado una casa y se haya fugado por uno de esos temibles y oscuros agujeros llamados desagüe. No le a tocado la lotería.
También es posible que haya ido a buscar agua fresca para beber dentro de alguna botella o garrafa de esas que tienen los vendedores y sus primos hermanos los distribuidores.
La policía no sabe buscarlo. Sin pruebas no hay pruebas, eso dicen.
Dice la policía a los vendedores, que el río no sabrá salir de esas garrafas sedientas.
El río sufre la enfermedad inventada y conocida como Sed. Y no puede dar de beber a sus hijas e hijos que viven cerca de neveras.
¡Central Hidroeléctrica busca Río obediente, dispuesto a trabajar por la cara, su tarea será generar luz cada día, sin descanso, sin vacaciones, sin sueldo ni pagas extras, sin derecho a quejarse, sin derecho a defenderse, sin derecho a adular o hacer la pelota, sin derecho a causar baja, tendrá que venir a vivir al lugar de trabajo, y cada vez que vengan inspectores tendrá que fingir que no pasa nada, y si uno de esos inspectores pregunta si la felicidad e infelicidad son las dos caras de la misma moneda, ustedes tendrán que responder que no, que son cosas diferentes.
Ambiente de trabajo bueno, aburrido y mortalmente insípido, pero que recuerde que no se podrá quejar. Ah, otra cosa, el río que acepte esta oferta de empleo, no dispondrá ni de un minuto para desayunar, y no podrá ir nunca al lavabo, y si vienen los de la tele para hacer algún reportaje de esos, ya se le dirá que es lo que tiene que decir y como decirlo!
Llamen al teléfono numero tal y vayan preparando una fotografía de cuerpo entero. Recuerden que no tendrán derecho a quejarse de nada, ni siquiera si la maquina de refrescos con azúcar refinado deja de funcionar.
Será cuestión de ir a contracorriente…Un abrazo!
Hay que saciar la sed, del rio seco con el agua cristalina del rio productivo, un beso
Le ponemos trabas y las sigue brincando, ese maldito sentimiento de habernos encontrado antes sigue saliéndonos al paso como un atacante nocturno escondido entre la sombra.
Los ríos son uno aunque sean dos o mil o un millón: todos los ríos se vuelven uno en el infinito, o lo que es lo mismo, todos las aguas vienen en la misma presentación: inabarcable. Como este sentimiento de habernos visto antes.
Yo leía entonces, tú escribías un poema de piratas y naves espaciales y princesas en su cofre de cristal y reinos de luz.
Tú venías de un país distante, yo recién llegaba a la oficina de correos para recolectar mi parte de cartas sin destinatario, mi parcela de ideas a la que hago rendir letras todos los días sin aún haber hallado el mensaje que sea como nuestro sentimiento de habernos visto en algúna parte.
Seguimos tras la pista de un sentido que se evaporó a la vista de todos y nadie supo descifrar; ni tú ni yo, ni los millones de computadoras, ni las academias de la lengua, ni los institutos científicos, ni los ingenieros, ni los poetas sabemos qué significa estar vivo.
¿Será por eso que seguimos inventándonos oficios?