Nota Inicial: Diesel y Sancho son la misma persona: o seao soy yo: Diesel.
No es que sea un joven que sesea (o sea que pronuncie o escriba la “c” y la “z” como “s”) sino que me refiero a un suceso acontecido el pasado viernes. No me refiero a los pozo (yo no seseo y escribo poso por pozo) porque tenga miedo a caer dentor de alguno de ellos de lo puro despistado que soy. Me refiero al café. A los posos de café para ser más exactos. Ocurrió este viernes pasado. Es que nos parece muy interesante para ver y hacer comentarios. Ese programa que dirige el presentador Carlos Sobera que es un tipo que me cae muy bien porque me parece serio y a la vez chistoso; un bilbaíno de bien que además es seguidor del Atlético de Bilbao. Yo soy de Cuenca (del Norte de Cuenca y más exactamente del pueblo de Pliego) aunque ahora vivo en una ciudad grande (por lo de las migraciones del siglo XXI). El caso es que tenemos un invitado a la cena…
Se llama Macario y es un electricista sevillano que está invitado por haber hecho un gran trabajo en las instalaciones de nuestra casa. Mi tía (con mucho agradecimiento pues siempre es agradecida hasta con los que reparten las cartas de Correos e invita a todo quien pasa su casa) le ha invitado. El caso es, asimismo, que empieza el programa y comenzamos con las charlas y los comentarios. Todo como muy alegre. Todo como muy de banquete de fiesta de bodas, en esos momentos en que todos parecemos primos o primos hermanos de la novia que es muy guapa o el novio que es muy apuesto. Y de pronto, en el segundo concursante de la noche (un señor que no he podido entender de qué provincia viene pero que se le ve muy entendido en culturas), surge una pregunta sobre qué cuestiones (de las cuatro respuestas posible hay que elegir una) está relacionada con el arte de las adivinanzas. La respuesta correcta (que acierta el consursante es “los caracoles, las hojas de té y los posos de café”. ¡Mira por dónde el electricista sevillano que está en casa es un gran seguidor de estas artimañas pseudocientíficas y comienza hablarnos de todo ello… con lo cual yo me “calenté” un poquito de más!. Y eso que este invierno está siendo ya muy calentito por sí mismo y sin necesidad de echar leña al fuego.
Como la discusión entra en las áreas de lo si no lo veo no lo creo, hay que demostrar lo que se dice y una cosa es el pelo y otra la tomadura de pelo… pues se me ofende el electricista y se “enchufa” en el cabreado (perdón quise decir cableado) de la demostración práctica. Como no es época de caracoles no tenemos caracoles en casa. Como el único té que tenemos es una botella de gaseosa de te al limón (no hojas de té) tampoco nos sirve… ¡pero mira por dónde sí que tenemos siempre café disponible porque siempre mi tía tiene visitas en casa!.
¡No vale café con leche, ni café instantáneo, ni carajillo (que es café con un poco de coñac que a mí me gusta muchísimo para tomar después de una comida más o menos grande)!. ¡Sólo sirve café solo!. Café molido y solo, con agua y nada más. Un tintito como dicen en algunos lugares ibéricos e hispanomericanos. Le pregunto qué marca es mejor: Bonka nacional o La Brasileña (que como dice su nombre es de Brasil). Dice que todas son válidas pero prefiere La Brasileña que es más pura para estas cosas de las adivinanzas (quizás sea por que el candomble y el vudú son tan propios de “os brasileiros” y estamos en temas de diablura). Me pide el electricista experto en leer posos de café para adivinar algunas respuestas que nos inquietan el alma (“arma” dice él en su más puro estilo sevillano) que cumpla algunos requisitos. Que tome sorbitos poco a poco (una vez que mi tía –entusiasmada por saber el resultado de la prueba- ) y que tengamos una larga y sabrosa conversación de temas personales mientras cafeteamos. Por lo de tomar amistad y empatía el uno con el otro. Ya, ya, dudo yo, ¿no será para saber cuestiones sobre mi persona que le sirvan y le aclaren la clarividencia?. Es igual. Entro al trapo como un buen toro miura (pero sin cuernos ni rabo)y charlamos sobre mil materias. Al final hay que poner la taza donde han quedado sólo los posos de café y darles varias vueltas hasta que, al final, (mareados el plato, la taza y un servidor) comienza la tarea de la lectura (como si comenzásemos a intentar leer Las Aventuras de Pinocho) porque me parece que este tipo me va a mentir más que el muñeco de Gepeto
Deja sin leer los posos de la parte de arriba de la taza (que dicen que son los del futuro). Deja de leer los posos del medio de la taza (que dicen que son los del presente) se dispone a leer los poso del fondo de la taza (que dicen que son los del pasado). Tal como os lo cuento. Como si fuese esto del tiempo una escala trifásica con clases sociales (alta para los futuristas, media para los conservadores y baja para los que estamos condenados a no salir de la miseria de nuestra pobre condición infantil). El caso es que sigo haciéndole no sé por qué caso… intentando ver si descubre la respuesta a la inquietud que le he planteado y que es la de saber si descubre cuál es el secreto de mi angustia existencial, cual es la raíz psicológica de mi problema para ponerle remedio.. Lo que ocurre es que le he dicho que a veces paso momentos de angustia (y eso es cierto) provenientes de un misterio en mi pasado. Quiero que acierte (perdón que adivine para que no se sientan despreciados los clarividentes) cual es ese misterio.
Después de múltiples tonterías inacabables termina por decirme que tengo angustia porque arrastro una fobia al mar ya que algún día de mi infancia vi a alguien morir ahogado. Por supuesto… !!No acierta!!. Mis padres murieron en accidente de tráfico muy lejos del mar o de algún río, costa, piscina o cubo de agua. Mi secreto, mi angustia, como ya os dije en otro texto, es que no me gusta la paella pero que me la como muy a mala gana porque la hace mi tía y es feo rechazar lo que te sirven con amor. Por supuesto que mi tía no sabe que a mí la paella me repele desde la infancia porque me harté tanto de comerla diariamente que no puedo tragar un grano de arroz. Me la como totalmente disimulando mi angustia existencial. Como no ha acertado y le digo que nunca jamás vi un ahogado en mi infancia ni en la vida real ni en la tele ni en el cine ni en mis primeras lecturas de cuentos y relatos… pues el electricista se me enfada más que el Mono del Anís cuando se encuentra ante un abstemio.
Para ver si es de verdad lo suficientemente psicólogo para ser medianamente clarividente, le invito a que haga el intento de leer mi mente a través de lectura no de posos de café ni cuernos de caracoles sino de granos de arroz (para ver si capta que lo que me angustia está relacionado con la paella)… pero nada… ¡los granos de arroz no sirven para las adivinanzas!. ¡Sólo los posos de café que me parecen demasiado asquerosos porque parecen gusanillos por cierto… gusanillos pegados a la cerámica de las tazas blancas porque se me olvidaba decir que las tazas deben ser blancas y sin dibujo alguno ¡Con lo que me gusta a mi la mía propia que tiene dibujos preciosos de los renos de Papá Noel!. Y como no adivina nada ni tan siquiera dándole pistas sobre el arroz me levanto totalmente desilusionado (más incluso que mi propia tía que ha quedado completamente falta de fe en los posos de café). Me levanto de la mesa con la firme promesa de nunca volver a dejar que un electricista (sea sevillano, chino o de Pakistán por ejemplo) vuelva a enfadarse con los pobres posos de café que, por supuesto, los he tirado rápidamente a la basura. Por eso digo y diré siempre que… ¡No paso por los posos!. Mi secreto sobre la paella sigue sin conocerlo mi tía… que una cosa es creer en chorradas y otra cosa es ofender a quien te sirve paella con todo el amor del mundo.