Diez menos cuarto de la noche, El silencio de las estrellas se apodera de los campos. Son las última luces del sol que han dejado sus huellas en las praderas, las campiñas, las aldeas humildes y sencillas, las grandes calles de las ciudades enormes… en todos los rincones de España el sol ha dejado sus huellas en la conciencia de las personas. Somos personas escribiendo ante la pantalla de un computador con la luz eléctrica. Luz. Al fin y al cabo la vida es siempre una luz que hay que saber vivir. El pastor de las ovejas las cuenta. No falta ninguna. Los lobos han huído hacia los montes. Luz. Los últimos rayos de luz del Sol han espantado a los fantasmas. Esta noche es para dormir serenamente, sin miedo a las alimañas. Porque en España ha brillado el Sol.
Noche de Campeonato. Italianos y alemanes en Madrid. Nosotros, los madrileños que estamos por los caminos, solo sabemos una cosa: que gane aquel que Dios más quiera. Lo demás, el resultado final, no nos interesa. Es una cosa de italianos contra alemanes. A nosotros lo único que nos interesa es poder dormir en Paz. Y en el cielo de Madrid, desde la lejanía, observo la luz d ela luna. Bohemia. Bohemia de noche azul.
Luces de bohemia. Estalla la bombilla de la luna en pálidos reflejos de fulgor. Suena el acordeón tanguista. En el callejón riela la plata de la lluvia y los versos que desgrana el poeta se llenan de café y tabaco. Bajo la sombra del teatro los arlequines dialogan con las damas y hay un farol encendido que habla… Más acá, en el centro de un coloquio de artistas, toca sinfonías un pianista. Se asoma a la esquina del quejido la pública mujer de las cerillas y un cadencioso rumor de nostálgicas pulsaciones late en un corazón de enamorados. Duerme una paloma blanca entre las ramas del árbol, suena el silbido del aire entre las solapas del sentimiento y con los dedos se juega a ser prestidigitadores del sueño.