Madrid. Madrid. Madrid. Sí. Madrid de mis amores infantiles, juveniles y de la madurez. ¿Cómo no voy a sentir nostalgias de la Puerta de Alcalá, con las bellas puertas del Parque del Retiro y la magia de su Palacio de Cristal y su parterre?. ¿Cómo no voy a tener nostalgia de las Cavas Baja y Alta del casco viejo de la ciudad?. ¿Cómo no voy a tener nostalgias de La Latina, El Corral de la Morería, la Calle de Toledo, el Puente de Segovia, el Acueducto…
Madrid de mis amores. !Claro que tengo nostalgias de las calle Alcalde Sáinz de Baranda, y del Colegio Lope de Rueda, la Academia Altamira, el Instituto San Isidro (donde a veces lanzábamos, por pura diversión de inocentes adolescentes, rollos de papel higiénico a las lindas mozas de que paseaban por la calle), de la Academia Cima y la Universidad Complutense…
Madrid de La Quinta del Sordo. Madrid del 43. Madrid de La Sidrería Mingo, y la Casa de Campo, y el barrio del Batán y…. !y de tantas y tantas anécdotas vividas bajo la luz de tus estrellas!. Y del Café Gijón. Madrid de las tertulias nocturnas, de los sueños incompletos… de los sueños imposibles… de la utopías que se hicieron realidad…
!Claro que tengo nostalgias de ti, Madrid!. De los tebeos del Jabato, de los caleidoscopios de El Corte Inglés, de las mochilas en la mano corriendo hacia el cole para llegar a tiempo… y de las horchatas de chufas y el paloluz, y del melonero que todos los veranos venía allí, a la Sáinz de Baranda, muy cerca muy cerca del número 56.
!Y quién es el hombre o mujer que no tiene nostalgias de las ciudades o pueblos donde se criaron!. Yo tengo la nostalgia de las tómbolas diocesanas de la vivienda, del biscooter y el seiscientos… y hasta de los librillos “pulgas” con los que comencé a ser escritor. Madrid. Si. Madrid.
Todo lo que aparece en tu texto pertenece al Madrid de siempre, al Madrid “eterno”, el que muchos conocimos y ahora añoramos. Como sabrás, porque seguro que lo has visitado recientemente, está prácticamente irreconocible. Algunos dicen que más bonito, pero no quiero recordar cuántas cosas se han perdido en el trasiego de obras, ensanches y remodelaciones. A veces, yendo por el centro, me dan ganas de tocar sus edificios para convencerme de que no son una ilusión, de que tienen más años que yo.
Eso sí, el Madrid de que hablas, del que estás todavía enamorado, lo llevamos en nuestros corazones y nunca perecerá.
Un saludo.