Fue un viaje relámpago e inolvidable hasta la ciudad de Hamilton, en la Isla Norte de Nueva Zeland, acompañados por un pequeño grupo de maorís, polinesiso neozelandeses cuaya lengua pertenece a un grupo oriental malayopolinésico emparentada con el indonesio propiamente dicho; dirigidos por el guía blanco Wellington, un descendiente directo del Vizconde de Talavera y Duque de Ciudad Rodrigo llamado Arthur Wellesley Wellington, aquel histórico general irlandés de Dublín, nacido en 1769, quien antes de morir en Kent en 1832, mandó a las tropas inglesas en Portugal y España cuando derrotó a las tropas francesas en Vimeiro el 21 de agosto de 1808 y llegó a ser generalísimo del ejército español.
La maorí (Māori en idioma maorí) es una polinesia, autóctona de las islas de Nueva Zelanda, en el océano pacífico sur. Los maoríes, son el pueblo polinesio originario de Nueva Zelanda. La palabra maorí significa una persona normal, en la lengua maorí, y también en otros idiomas de la Polinesia. Maoli en la lengua de Hawaii quiere decir nativo, indígena, verdadero, real.
Vamos en viaje de apoyo al grupo de personas que están ayudando a la subsistencia de los pocos loros kikabues, de plumaje verde y amarillo, que se encuentran en el grupo de los animales declarados en peligor de extincicón.
La literatura actual maorí se enmarca hoy en día, en el contexto cultural de Nueva Zelanda. Poco después de la llegada de los europeos, la historia y leyendas maoríes de transmisión oral, se complementaron con los relatos escritos por los primeros viajeros, como los del capitán James Cook, quién visitó el país en 1769, en donde perdió algunos de sus hombres por una pelea con los Maoríes. Durante los cien primeros años de asentamientos europeos (de 1820 a 1920), los textos más importantes eran los correspondientes a los periódicos o relatos verídicos que hablaban de la vida de los pioneros, como lo es el caso del primer año del asentamiento de Canterbury (1863) del novelista inglés Samuel Butler. Sólo unos pocos colonos fueron capaces de plasmar con propia voz la preocupación general por la tradición cultural de la época. Entre ellos destacan los novelistas William Satchell y Jane Mander, y los poetas R.A.K. Manson y Blanche Edith Baughan, aunque fue Katherine Mansfield, coetánea a todos ellos, quién ganó la atención de los lectores sobre las peculiaridades de Nueva Zelanda.
La depresión económica de la década de 1930 y la II Guerra Mundial ayudaron a reforzar el creciente sentimiento de identidad nacional, que quedó expresado a partir de 1945 por una nueva generación de escritores poscoloniales. A lo largo de las décadas de 1950 y 1960, la poesía floreció de manos de Allen Curnow y James K. Baxter
La figura más sobresaliente de la novela de ficción de posguerra fue Frank Sargeson, escritor de relatos cortos y novelista cuya obra perduró durante casi cinco décadas, hasta su muerte en 1982. Su plena dedicación a la escritura y a la búsqueda del lenguaje que expresará la voz de Nueva Zelanda sirvió de inspiración a muchos escritores posteriores. Entre sus protegidos están Maurice Duggan y Janet Frame. La primera obra de Frame se publicó en 1952, pero no fue hasta la década de 1980, con la publicación de su autobiografía en tres volúmenes, cuando alcanzó renombre internacional. Otros escritores importantes cuyas obras se publicaron a partir de la década de 1970 son Maurice Gee, Maurice Shadbolt y Keri Hulme (literatura maorí).
Vamos en viaje de apoyo al grupo de personas que están ayudando a la subsistencia de los pocos loros Káka, de plumaje verde y amarillo, que se encuentran entre los animales declarados en peligro de extinción. El kākā (Nestor meridionalis) es una especie de ave de la familia de los loros nativo de los bosques de Nueva Zelanda.
Existen dos subespecies, el kākā de la Isla del Norte (Nestor meridionalis septentrionalis) y el kākā de la Isla del Sur (Nestor meridionalis meridionalis). El nombre Kākā viene del idioma maorí y es el termino general polinesio para papagayo.
Aquí, en la ciudad de Hamilton, además de aprender sobre la vida de los loros káka, leo, en momentos de ocio, las “Memorias de la vida del Conde de Gramont”, escrita en 1713 por el Conde de Hamilton, de nombre Anthony; un irlandés que escribió en lengua francesa y que para poder leerle lo he conseguido gracias a que lo ha traducido al español el guía Wellington.
En cuanto a la historia del Conde de Gramont he investigado, aquí, en medio de la paz y el silencio de la nohce, lo siguiente: En el Castillo medieval construído en el siglo XIII en un lugar estratégico del país navarro de Mixe cuya capital es Saint Palais – en la confluencia de los ríos Bidouze y Lihoury antes de llegar al Adour. Una antigua fortaleza-castillo de Gramont en Viellenave sur Bidouze había sido tomada y destruída (1249) por Simon de Monfort, conde de Leicester, en tiempos del rey San Luis de Francia. La familia abandona aquel lugar rocoso y edifica entonces entre 1274 y 1329 el castillo de Bidache. Fue asediado e incendiado por las tropas del emperador Carlos V al mando del Príncipe de Orange en 1523, en las campañas llevadas a cabo para impedir nuevos intentos de recuperación del trono para la dinastía legítima navarra de los Foix-Albret
Se ocupó de la reconstrucción Charles de Gramont, Arzobispo de Burdeos y Lugarteniente General del gobierno de la Guyenne (1475-1544). Transformado en hospital de campaña durante la revolución, fue incendiado en 1796 por su propio director para borrar las huellas de su mala gestión. Las ruinas que se conservan actualmente son del castillo reconstruído en el siglo XVI. El arzobispo Charles de Gramont participó con André de Foix, señor de Asparros, en la invasión de 1521 para reponer en el trono de Navarra la legítima dinastía de los Foix-Albret. Hacia 1568 Antoine I conde de Gramont refuerza las defensas de la ciudadela según el tipo de fortificación llevada a cabo en la cercana villa de Navarrenx. El 21 de octubre de 1570 Antoine I de Gramont, siendo alcade de Bayona,afirma públicamente que detenta el lugar de Bidache en “soberanía”. La reina Juana de Navarra hace oídos sordos y no lo contradice, aceptando como un hecho consumado el que Antonine I no reconozca vasallaje hacia la reina de Navarra. Su hijo Henri IV reconocerá más tarde a los Gramont como “Príncipes soberanos de Bidache”. En 1648, el rey Luis XIV eleva a Antoine III conde de Gramont a la dignidad de Duque y Par de Francia, siendo el “Principado soberano de Bidache” independiente del ducado. Antoine III seguirá no obstante anteponiendo el título de “soberano de Bidache” en todos los actos públicos o privados en que participa.
Tras terminar nuestra labor de apoyo nos dirigimos hacia Manukau, para bañarnos en el famoso Mar de Tasman donde, tras refrescarnos un largo tiempo, nos dirigimos hacia la Antigua Tierra de Van Diemen, estado insular al SE de Australia que fue abordada por Abel Janszoon Tasman (cuyo nombre de pila me trae a la memoria recuerdos de cuando, siendo niño, jugaba a las chapas y tenía, como uno de mis favoritos titulares de mi Real Club Deportivo Español de Bardcelona (CJ) a aquel Abel que formó línea medular con Sastre y junto al cual, consiguió alcanzar el liderato (primer puesto) en la Competición por la Copa Fiocchi que, por abandono de CG, CB y CM, me corresponde automáticamente el triunfo. Los datos de la citada clasificación están recogidos en mi periódico infantil “Cerros Verdes”. Abandonar una competición supone que la citada Copa Fiocchi me pertenece gracias a las exitosas actuaciones de mi Real Club Deportivo Español de Barcelona).
En Tasmania hemos conseguido ver a uno de los famosos Diablos: El diablo o demonio de Tasmania (Sarcophilus harrisii) es un marsupial carnívoro de la familia de los Dasyuridae que sólo se encuentra en la isla de Tasmania, al sur de Australia. Su tamaño es como el de un perro pequeño, pero de gran fuerza. Es el marsupial carnívoro más grande que existe. Se caracteriza por su piel cubierta de pelo negro, por su desagradable olor ligado al estrés, por su grito muy fuerte y molesto, así como por sus hábitos alimenticios y por la dificultad que presentan las hembras para aparearse. Caza animales lentos, incluidos insectos y serpientes, pero se alimenta sobre todo de animales muertos, como pájaros, wombats y ovejas. Puede romper los huesos con su dentadura y comerse un cadáver completo, incluidos el pelo y las plumas. Los demonios de Tasmania, habitualmente, buscan la comida en solitario, pero se reúnen en grupos cuando disponen de alimento en abundancia. En Tasmania fueron considerados una amenaza para el ganado, por lo que fueron cazados hasta 1941, cuando pasaron a ser una especie protegida. Desde finales de la década de 1990 el tumor facial que padecen ejemplares de esta especie ha reducido significativamente la población, por lo que podría ser declarada especie en vías de extinción.
Tras regresar a Manukau llegamos, por último, a la ciudad de Auckland, la capital neozelandesa, el mayor centro industrial del país, que posee una población aproximada, en e3ste año de 2007, de 840.000 habitantes. Y ya en el aeropuerto estamos preparados para volar hacia Londres (donde haremos transbordo hasta la ciudad de Madrid capital) mientras el guía blanco Wellington se deespide de nosotros (mi esposa Lina de los Ángeles y yo) con un fuerte y amistoso abrazo.
Antes de subir al avión a mi memoria me llega el recuerdo de que Manukau, situado al suroeste de la región, tiene un pequeño puerto que sufre dificultades en su navegación (especialmente cuando sopla el viento predominante del suroeste). La región disfruta de finas playas, concretamente en la costa sur de Kaipara. Destacan las playas de Muriwai y Piha.
En mi mochila de viaje llevo una gran cantidad de postales de las orillas del río Waikato, el más largo de Nueva Zelanda (425 km).
La costa oriental es ideal para la práctica del surf. Así que animo a los amantes del surf que, si pueden, se vengan alguna vez por aquí.