Érase que se era…
Mi abuelo decía que siempre es un buen momento para darse un abrazo, decía que reunirte con la gente a la que quieres y compartir tus sentimientos, recibiendo a cambio su compañía, es el mejor regalo.
Cada año las luces de los árboles se encienden antes, sobre todo en los centros comerciales, indicándonos que la navidad ha llegado.
Mi abuela me dijo que en sus tiempos era distinto, sabían de su llegada por el olor de las chimeneas en las calles y la nieve sobre los tejados.
Vemos cada día cientos de anuncios, tiendas y personas dispuestas a vendernos una nueva ilusión, ¿cuánto cuesta la felicidad?
Algo está pasando cuando la Familia Telerín llega en fila hasta los bolsillos; cuando los Reyes Magos aparecen en la tele comprando los objetos en los centros comerciales, mientras Papá Noel aparca en el tejado montado en el coche de Fernando Alonso…
Algo está pasando cuando las/os peques escriben en la carta del catálogo sus catorce regalos o cuando entre los dibujos ofrecen los juguetes más caros…
Algo está pasando.
Toda esta felicidad se acabará cuando aparezca la siguiente videoconsola y entonces solo quedará la factura.
Es conocida la situación de quien sufre para que tengamos nuestros regalos, esos seres bajitos que trabajan en el taller de Papá Noel, los niños y las niñas explotados/as.
La Navidad hace florecer nuestros mejores sentimientos, dicen en la tele; pero entonces ¿por qué está todo el mundo en los supermercados?, ¿venden allí los sentimientos?
Con esto pretendemos decir, papás y mamás, que no es necesario gastar dinero y que este consumismo, brutal no solo en Navidad, hace que las niñas y los niños basen sus ilusiones en algo que no deja de ser un mero objeto, una mentira.
No hay que olvidar lo que es jugar; con un simple folio y unas pinturas, un palo, una cuerda o un libro (recomendamos leer “El Principito” por las noches con vuestras/os peques).
Desde aquí una invitación a buscar en vuestro interior a esa niña o niño que quedó olvidado/a en algún lugar de vuestros corazones, regresar al País de Nunca Jamás y así recuperar el juego como algo cotidiano que nos permita volver a aprender, a compartir y a divertirnos sin prejuicios, en fin… a ser felices.
(Acción de Navidad Anticonsumista 05-06, Railes)
Estoy en contra total del consumismo feroz. Estas épocas son para disfrutarlas en compañía de los seres queridos y no para endeudarse por todo el año en las compras compulsivas y artificiosas. No al mercantilismo en que se han coonvertido estas Fiestas. Por mi parte no voy a caer en esa trampa.
Por desgracia, el consumismo feroz no sólo ocurre en Navidades, sino a lo largo de todo el año.
Yo recuerdo las Navidades de antes, tan humildes y tan felices… Veo muy difícil que la gente en general de marcha atrás, como no sea obligados por las circunstancias.
Un saludo.
Es triste, muy triste como se van perdiendo aquellas pequeñas cosas que tanta ilusión nos hacía de pequeños.
Siempre recordaré a la Señora Modesta, a la cual sólo visitábamos en Navidad. Su regalo es el que más ilusión siempre me hacía. Todos los años mientras fuimos pequeños nos ponía una cajita adornada por ella con frutos secos,peladillas, dos o tres mandarinas y unas cuántas monedillas como escondidas. Me encantaban aquellas cajitas. Las guardo en mi corazón. Besos. Alaia