Las canciones que oyó la niña olían a perfume de azahar. Entre los ocultos fantasmas de lo soñado, alguien siempre llevaba un cántaro de leche para que la niña bebiese y las fuentes de agua brotaban de los versos para hacerle vivir. Los acentos de las canciones entonadas con el espíritu de las ilusiones sin fin hacía que ella, entre tinieblas, oyese siempre la esperanza de sus romanticos ensueños.
(Homenaje a Rosalía de Castro después de haber leído algunos de sus poemas en Las orillas del Sar).
Poco he leido de ella, pero me ha fascinado.
Siempre trayéndonos el recuerdo de grandes personas