Plantaciones de cacao, caña de azúcar y oro verde (banana)…tránsito por las calles estrechitas de adoquines infectos, blenorrágico. En la plaza del pescao, Zanba el demonio juega al Kou Kou djèdjè…letras quemadas leídas en papel limón con estupefacción…los almacenes con tejados de aguilón de curaÇao permanecen tapiados con un rito sangriento. En sus puertas coloreadas de ténebre oscuridad, los aires ventean huracanados. Asusta el temblor, el eco indeciso, unánime imagen de recelo. Las aguas altivas de los mares se alzan empuñando lengua asesina que engulle a sus presas, devolviéndola a las fauces de sus orígenes más ancestrales.
Antes de la rebelión los fantasmas duppies ofrecen “un petit marronage” a los criollos prietos, blancos o trigueños que bailan y componen músicas con viejos barriles de petróleo, con patas de conejo en las bocas y gallinas descuartizadas.
Se mestizan los cacerolas de acero (steel pan) con el soca, raggasoca y calipso…el cimarrón vocifera un papiamento isleño, prenden las hogueras y los poseídos, desnudados por mister Vaudou, enloquecen y gozan de sus flácidas carnes grotescas, pigmentadas de lujuria. Satíricos miembros erectos fecundan los violentados vientres que en un dionisiaco futuro albergará los infiernos dantescos del caribe y las áfricas… ¡ay África! Que estás en los cielos (y en EEUU, Madrid, Barcelona, Londres y París). No ha servido de nada la arena depositada en las entradas de los aposentos indígenas, esa popular creencia de que los ángeles caídos, maléficos, rebeldes, pecadores no traspasarán los umbrales sin haber contado uno por uno cada grano de arena… ¿calmar a los espíritus con religión?… ¡OH, Dios! Cuan desafortunados los que yacen sin fe.
Bolsillos vacíos, cuartos menguantes…griterío clama desconcierto, reunión de masas, politiqueros parlanchines, brujos, curanderos y tribus de médicos ineptos. Parafernalia danza de la muerte, aguardiente, santeros y sus cultos ruinosos…enfermos ¡joder, si no hay un puto hospital!…corazón, mente, alma, al amanecer duerme el exorcismo y la tormenta amenaza con furia divina…enterrados bajo sus fuegos, los amerindios colonizados lloran, suspiran, oran a las saetas del olvido.
Un comentario sobre “Pequeñas Antillas”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Muy bueno Kim.