Albert éra un adolescente muy tímido. Bajo su largo flequillo escondía su gran mundo, el que él creía tan pequeño. Bajo su largo flequillo escondía su gran corazón, el que él creía de dura piedra. Bajo su largo frequillo escondía sus miedos, sus sueños, sus anhelos, todo escondía bajo aquél largo flequillo, sus ojos también, ésos ojos que tanto decían, que tanto soñaban, que a pesar de ser tan dificiles de ver, sin él quererlo, un brillo cegador sobresalía de entre los pelos.
Juan éra todo lo contrario, éra dicharachero, alegre, abierto, confiado. Le gustó Albert. Se propuso traspasar ese largo flequillo y hasta que no lo logró no paró. Se hicieron los mejores amigos del mundo.
Al comenzar el nuevo curso, muchos chicos y chicas llegaron nuevos a clase, todos estaban nerviosos. De pronto apareció Susana por la puerta irradiando de luz y color la clase. Todos callaron. Las chicas un poco envidiosillas abrían los ojos hasta la exasperación, los chicos, a los chicos se les caía la baba.
A todos claro, a Juan y a Albert, también.
En el recreo todos comentaban lo bonita y simpática que éra Susana, y Susana pasando de todos intentaba hacerse un huequecito entre las chicas.
Se hizo un buen ambiente y el curso comenzó sin problemas.
Juan y Albert tenían muchos amigos, pero ellos dos éran inseparables. Bromeando les decían: ¡ Paso, que vienen los amantes de Teruel!, Juan reía abiertamente y se burlaba a su vez de ellos, pero Albert sentía verguenza. Juan ya no le decía nada, sabía que su amigo éra así, y realmente eso éra lo que le gustaba, su forma de ser.
Una tarde, Albert abrió un poco su corazón y le dijo a su amigo: ¡ Hoy he soñado con Susana. Estoy loco por ella.
Juan pensaba que después del primer impacto que causó Susana al llegar a clase, se le habría pasado, como a él, y como a todos los chicos de clase, pero nó. Albert se había enamorado de ella de verdad.
Susana, sin saber ellos por qué, empezó a buscar la compañía de Juan y Juan se sentía bastante mal, por que claro, le encantaba la compañia de Susana, pero sabía que Albert lo pasaba muy mal.
Un día Juan decidió habar con Susana y cuando todo se aclaró llamó a Albert al timbre de su casa y lo hizo bajar.
¡ Qué es muy tarde, que estoy en pijama dijo Albert. ¿ Qué quieres a éstas horas?
¡ Que bajessssssssss, le dijo Juan.
Albert bajó y se encontró con la preciosa mirada de Susana clavada en sus ojos. Albert casi se caé. le temblaban tanto las piernas que no podía ni andar. Se puso colorado como un tomate y Susana claro, también. Juan aprovechó y dijo
¡ Voy a por unas chuches! y sin esperar palabra de Albert, desapareció.
El sillencio se hizo insoportable. Albert no sabía lo que decir. estaba con ella. Estaba con Susana. Flotaba.
Susana estaba callada, mirándole, esperando una palabra de él, pero Albert estaba en la nube.
Susana de pronto le dijo:
¡ Me gustas!
Y Albert bajó a tierra.
¡ ¿Que te gusto? ¿ Yo? ¿ Pero no te gusta Juan? Le dijo casi tartamudeando.
¡ No tonto, me gustas tú! colorada al igual que su falda
¡ Me gusta tu flequillo, le dijo apartándoselo de los ojos!
Ufff, jamás había visto unos ojos tan bonitos Susana.
Me gustas tú desde el primer día de clase, pero es tan dificil llegar a tí.
Por éso me acerqué a Juan. Para estar más cerca de tí.
Albert tenía ganas de llorar. Susana se abrazó a él y Albert la apretó tanto en sus brazos que sintió su corazón derretirse. No, Albert, no éra de piedra tu corazón.
Un abrazo Albert. Tus palabras del otro día llegaron muy hondo y en muy buen momento, como que las necesitaba. Graciasssssssssss de todo corazón. Alaia