En el ángulo complejo de la vida
un arco circunflejo se refleja
haciendo de la existencia un motivo
para estar sembrados de corriente
dentro del misterio indescifrable.
El tiempo diacrónico nos avisa
que el reloj nunca se detiene
y, al final del mundo, en las orillas
de este estar sintiendo lo vivido
se acaba en un torbellino de pasiones
que nos proclaman los límites de la muerte.
Pero antes, mucho antes de eso,
las mañanas y las tardes y las noches
son periplos que circundan nuestros seres
con sus vías de planos superpuestos.
Y en este torbellino de sentires vivos
es en donde late todo el misterio
de la vida recogida en años
que, al final, sólo son silencios.
Silencios que van formando la historia
de los humanos dormidos en el tiempo.