El calor, el sentimiento y la espiritualidad son partes esenciales de nuestra vida. No podemos vivir sin ellos. Por mucho que algunos lo intenten, nuestra vida sería imposible sin el sol, el amor y sin Dios. Algo parecido nos recuerda la famosa banda sonora de la película “Tierras de penumbra”, compuesta por George Fenton. Un estilo de música evocadora perfectamente hecha al servicio de una obra en la que la búsqueda de respuestas al problema del mal en el hombre es parte integrante de la trama fundamental. Y esa trama (desgraciadamente) siempre sigue viva. Nuestra vida es como “tierras de penumbra”, dice el actor principal que encarna al famoso escritor C.S.Lewis y en esas tierras de penumbra debemos movernos. Tierras de desconocimiento, de oscuridad a veces, de situaciones que no podemos explicar; tierras impregnadas de olvido que nos rodean hasta hacernos creer que sólo existe lo que vemos, que el sol no aparecerá jamás, que el amor es sólo una invención humana, y que Dios se ha ido muy lejos. En esos momentos, recordamos lo que C.S.Lewis escribió:
“El dolor es el megáfono de Dios para que los hombres lleguen a oírle”, o como alguien ha dicho: “Dios nos hace estar acostados por la enfermedad, para que de vez en cuando aprendamos a mirar hacia arriba”. El valor de la enfermedad o el dolor es inmenso, aunque nosotros parecemos despreciar a ambos en una sociedad en la que sólo el éxito y el placer parecen tener millones de amigos. No nos gusta aprender el papel que el dolor puede llegar a tener en nuestra vida, y mucho menos aceptamos la necesidad de mirar hacia arriba cuando las cosas van mal. Es como si decidiéramos pasar por los momentos de dificultades llenos de cansancio y desánimo. Y no debería ser así. No sólo cuando nosotros no entendemos lo que está pasando, sino también cuando otros necesitan nuestra ayuda. !Ojalá fueran mis ojos como un manantial, como un torrente de lágrimas para llorar día y noche por los muertos de mi pueblo. Ese sí que es un buen deseo, porque siempre habrá personas inmensas en el dolor que necesitarán nuestro consuelo. Y a veces muchó más que eso. (Jaime Fernández Garrido).
!!!Pero quién es Jesucristo!!!, exclamáis y clamáis desordenadamente. Porque tenéis ojos y no veis; porque tenéis oídos y no escucháis; porque tenéis lengua y no habláis, porque teneis olfato y no sentís; porque tenéis tacto y no acariciaís: porque teneis el sentido de la orientación y os desorientáis; porque tenéis el sentido del equilibrio y estáis desequilibrados; porque tenéis el sentido de los reflejos y sois tardos; porque tenéis el sentido del discernimiento y no discernís. Jesucrito el el niño abandonado de la calle, el hombre solitario y vagabundo que duerme en las calles dentro de una caja de cartón, la mujer violada y maltratada por la violencia de género, el pobre que vive mendigando un poco de pan, el ladrón que roba para poder subsistir en este mundo de ricos potentados, la prostituta explotada y expoliada por su chulo machista, el perseguido por su color de pie, el maltratado por ser extranjero… Jesucristo es el gorrión muerto a perdigonazos, la paloma atrapada por el halcón de la cetrería, el perrito abandonado que tirita de frío por las calles buscando simplemente una caricia humana, el gato que maulla lastimosamente en la noche… Jesucristo es ese Dios que hace milagros tranformando el espíritu y aún el físico material de algunas personas. Lo veréis y aún así seguiréis negándolo vosotros, ateos de corazón de piedra, y lo veréis y lo seguiréis dudando vosotros los del agnosticismo frío y neutral. Jesucristo es, quien después de todos estos milagros, volverá a la Tierra para reinar con su Espíritu cuando el Dios Padre así lo decida. (José Orero De Julián).