Pues resulta, niños y niñas, que en aquella barriada no había ni luz eléctrica ni gasóleo… y ni tan siquiera gasolina para las motos; pues es necerio saber que a casi todos los jóvenes de la vieja barriada les gustaban las Davidson o, por lo menos, las Montesas. Había otros que se entretenían en hacer comentarios sobre un joven multimillonario del cual decían que le había tocado La Primitiva.
Aquel chavalote se llamaba… bueno no es importante saber como se llamaba sino saber que le decáin “Pichichi” porque resultaba que, a veces, era el máximo goleador de su equipo: el “Caminata Fashion Club de Fútbol”.
En realidad no le había tocado ni La Primitiva ni ninguna otra de las loterías existentes en el país sino que él, con sus fantasías siempre a cuestas, había hecho correr la noticia de que había ganado La Primitiva (que era una de las muchas “historias” que solía contar). Era lo que se dice “tirarse un farol” nada más. Es lo que hacen, por ejemplo, los judadores de cartas cuando están participando en el mus o el póker.
“Pichichi” inventaba historias imaginadas pero resulta que, milgrosamente, muchas de ellas eran reales al mismo tiempo. Los que le conocían bien (que eran menos de los dedos que se pueden contar en una mano) sabían que, en realidad, “Pichichi” contaba todas aquellas historias para no entristecerse el alma. Pues era un solitario al llegar las noches…
¿Qué pasaba en las noches de aquella barríada a dónde no había llegado la luz?. Muchas cosas, pero a “Pichichi” no le importaba nada de aquello. A él, aunque a veces había jugado, no le interesaban realmente ni el billar a tres banda ni mucho menos el billar americano y tampoco el futbolín. Le encantaba jugar al fútbol pero “pasaba” de jugar al futbolín.
¿Qué hacia entonces “Pichichi” paseando, por las noches, por aquella difícil barriada?. Sólo soñaba que las estrellas bajaban del cielo y se convertían en balones de fútbol. Y se entretenía con ellas para imaginar estrategias futbolísticas para aplicarlas, en la realidad, cuando le tocaba jugar al fútbol en serio con su “Caminata Fashion Club”.
Su repertorio de historias, cuentos y leyendas, se hacían populares en el humilde barrio cercano al Pozo De los Siete Enanitos del Bosque. Sí. El pozo a donde los enanitos del bosque iban a beber agua…
“Pichichi” también se entretenía, mientras sus colegas conseguían gasolina para irse en moto con sus chavalas, a coleccionar cosas como, por ejemplo, bolsitas de azúcar que conseguía tomando cafés con leche en todos los bares que veía. Claro que pagaba. Pagaba con el dinero que le daba su mamá cada semana. El caso es que “Pichichi” coleccionaba varias cosas diferentes… pero, entre ellas, estas bolsitas de azúcar era una de las más curiosas.
Siempre tenía la suficiente habilidad para caminar por las calles peligrosas de aquella gran barriada sin luz eléctrica (puesto que era un abandonado suburbio del cual no se acordaban nunca las autoridades municipales) sin caer en las trampas de las busconas de inocentes clientes ni en las zanjas o alcantarillas que los obreros habían levantado el día anterior.
“Pichichi” respondía con la imaginación a todas las preguntas que le hacían sus colegas de barriada; como por ejemplo: ¿porqué no vienes con nosotros a jugar al billar o al futbolín o a ir con las chavalas en motos a todo escape de gas?. Esa era la mejor manera de responder que tenía. Y era por este motivo por lo que caminaba en silencio todas las noches hasta altas horas de la madrugada. Algunas veces, sólo algunas veces, le acompañaban “Charlestón” (su mejor amigo amante de la música pop) y “Stewart” (que era otro amigo al que le encataba la Fórmula 1 de Automovilismo). Ellos eran sus dos únicos amigos de verdad y por eso antes os conté que se podían nombrar con menos dedos de una sola mano. ¿Sólo dos amigos de verdad?. Si. Sólo dos amigos de verdad.
La imaginación de “Pichichi” (a la cual algunos la llamaban prodigiosa o milagrosa o iros a saber qué calificativo más) le hacía soñar con parábolas increíbles y sencillas (cuanto má sincreíbles y más sencillas mucho mejor) que luego las traducía, en los duros y pelados terrenos de juego de la barriada, en parábola transformadas (como pases en corto, pases a media distancia o pases a distancia larga) en trayectorias del balón casi impoisbles de divisar porque, además de que había pocas luces por allí (sólo la luna alumbraba) servían no sólo para que él fuese el máximo goleador del “Caminata Fashion” sino para servir multitd de veces pases de gol a sus colegas de equipo tanto a la luz del sol como a la luz de la Luna. Su visión panorámica de la situación de sus compañeros y la situación de los rivales producía estas estrategias que surgían de su ensoñadora imaginación; que parecían sorpresas salidas de una chistera mágica o por arte de birlibirloque. En realidad sólo estaba creando jugadas sencillas que los demás pensaban que eran complicadas. Sólo consistía en saber medir las distancias y en no perder la pelota ante los rivales.
En el suburbio siempre eran muy comentadas aquellas jugadas de “Pichichi” así cómo la manera que tenía de desmarcarse de sus enemigos, seguir las jugadas de sus compañeros una vez iniciadas en sus botas y terminar siendo él el que marcaba el gol… algo así como hacía Distéfano cuando jugaba en el Real Madrid (salvando las diferencias claro está, pues Distéfano era profesional y “Pichichi” solo era aficionado).
Anticipador de su tiempo, “Pichichi” a veces participaba en debates, charlas o coloquios con algunos compañeros de barriada que terminaban por no saber, cuando filosofaban alrededor de las mesas de las cafetería, si “Pichichi” les estaba tomando el pelo o en realidad eran ideas asombrosas. Ni una cosa ni otra… sólo eran producto de su propio espíritu interior… hasta que un dia “Pichichi” en una de sus “excursiones” por los extremos de la barriada se perdió en dirección al horizonte…
¿Dónde está “Pichichi” ahora?, se preguntan los de su barriada infantil. Nadie sabe qué contestar porque habéis de saber vosotros y vosotras que “Pichichi” se fue a un país muy lejano para allí seguir jugando con las estrellas de la noche ya que había decidido seguir a la princesa de sus sueños. Y es que “Pichichi” (cosa que no sabian ni tan siquiera sus dos amigos “Charleston” y “Stewart”) tenía a una vedadera princesa en su pensamiento.
¿Volverá “Pichichi” alguna vez a su antigua barriada?. Si y no al mismo tiempo pues debéis saber que existe una palabra en el diccionario que se llama “quizás”… y con este “quizás” acabo esta historia que muchos creen cuento simplemente y otros creen que es una realidad. Sobre gustos hay muchísimo escrito…
Saludos:
La memoria histórica, aquella crisis crónica y constante “crónica de muchas geneaciones”. Hoy se derrumban porque no pueden comprarse una botas de marca o peinarse en la pelu de lujo….Creo que seguiremos soñando y siendo soñadores toda la eternidad, porque te aseguro Diesel, que lo aquí escrito forma parte del Insconsciente Colectivo y allí queda, en los archivos akásicos de la memoria de Vorem.
Jejeje… !muy bueno amigo Grekosay!…