Piensa tranquilamente y verás que la palabra P es una de las más bellas del diccionario. Con p (lo pongo con minúsculas para no asustar a nadie) comienza el papá con el que me llaman mis dos hijas para que les cuente cuentos antes de dormir después de darles un beso en la frente y con p comienza el pan desmigajado con que alimento a los gorriones de la soledad de los arenales de la seca existencia. Así que no la manches de cieno ni estiércol, por favor, que todos ellos y ellas son p de personas que sufren, callan y son insultados por la sociedad de los terrícolas más o menos marcianos.
No te puedo decir mi nombre porque a lo mejor resulta que soy simplemente Pepe, aquel muchacho soñador que jugaba al fútbol (con el sobrenombre de Diesel) junto con los demás colegas del equipo de los Pitufos del barrio marginal. No se lo creerían muchos de ellos pero pudiera ser el mismo Pepe que un día cargó su equipaje y se marchó muy lejos… muy lejos… muy lejos… más allá de los mares del atardecer… y se convirtió en cartero en pueblos extraños, en las plazas públicas ejerció de juglar, se convirtió en marinero en varios puertos transatlánticos y, cuando se le abrieron las puertas de algunos palacios presidenciales, renunció a entrar en ellos porque había muchos pobres… demasiados pobres… enorme número de pobres con quienes trabajar.
El mismo Pepe (ya ves que yo sí amo a la P) que volvió y, siguiendo las huellas de Adán y Eva, por los caminos trazados por Lamarck, Darwin y De Vries (para que vean los incrédulos que las Letras y las Ciencias son una misma cosa a la hora de descubrir la verdad) vive hoy en su “sin hogar”, donde no se adorna con ficus (que son bastante ornamentales, elípticos, agudos y muy altos (hay algunos en la India que llegan a los 3 metros de altura) y hasta se llaman Fabios… sino que se rodea, en su pequeño rincón, de diminutas flores llamadas pensamientos, a cuyo alrededor crecen algunas petunias y a donde acuden, algunas veces, pequeños petirrojos a escuchar los latidos de su corazón.
Un abrazo verdadero, Alcohol. Te puedo contar que, sinceramente, yo también tuve ese líquido elemento en mi sangre y un día conocí la antesala de la muerte (sólo un soplo divino me salvó… pero no sé aún qué clase de soplo fue).
Bueno quizás creas que te cuento un cuento pero si te fijas serenamente verás que está escrito en reflexiones y que, por lo tanto, todo esto, absolutamente todo, posiblemente sea verdadero, probablemente verìdico y relativamente muy real. Palabra no de Dios sino de Pepe. Todo esto es verdad…
Ahora sólo quiero descansar bajo las farolas del parque de mis pensamientos y petunias (que también son flores de verdad y no imaginarias) y quizás venga hoy algún petirrojo a escuchar latidos… pero pronto apagaré las luciérnagas para dormir… dormir un poco triste… pero contento porque mañana me volverá a sonreír el amanecer del alba y pudiera ser que antes de que se levante el sol podamos todos pensar serenamente un poco más… antes de ponernos de nuevo a caminar… caminar haciendo estelas… estelas sobre la mar… y no me refiero al milagro de la Sagrada Religión sino al milagro del sueño liberalizador…