No puedo ver, me deslumbra la luz blanca chocando contra mis ojos. Me tapo para intentar coger un poquito de ella, un poquito de paz.
Vengo de la oscuridad, de los túneles, de debajo de la tierra, de las alcantarillas y me olvidé de cómo son las puertas abiertas hacia el exterior.
Un día, alguien me llamó, alguien me buscó y al verme allí, pérdida y sin nombre, estiró su mano y tiró de mi cuerpo con la fuerza de su corazón.
Alguien me liberó, me trajo hasta el deslumbramiento que mis vagos ojos niegan y ansían.
Poco a poco la luz se hizo verde, y marrón ,y azul, y pequeñas siluetas volaron sobre mí pero ni siquiera sé si es invierno o primavera porque…se me olvidó.
De pronto algo, alguien mirándome sin hablar, sonríe y me espera.
Camino despacio, descalza, asustada, frágil…estúpida que no sabe nada, que no sabe beber, que no sabe reír.
Siento calor, mi piel es libre, mis cabellos cubren mis senos, mis manos rozan mis muslos.
No hago mal, no hago daño, no finjo, no engaño…soy.
Tan fácil como ser, como sentir que ya soy parte del otro lado, de los sueños.
Me despierto inquieta, sudando, con la mente danzando por aquellos valles y me sorprende la realidad. La dulce y agria verdad de la noche.
Por un lado las sombras jugando con el compás del viento y por otro la luz blanca de la luna.
De pie, atónita, miro de nuevo a la luna. Añoro y me dejo llevar por la paz, por la dicha de simplemente estar viva, de sentir que no solo fue un sueño, que los deseos más ocultos nacen por la noche y viven por el día.
Has dado toda una verdadera exposición de lo que es ser y lo que es sentir. Verdaderamente excelente. Sueño y vida conjugadas en una sola dimensión de verdades internas. La persona hecha sustancia. Un besote vorémico, NASIA. Muy bueno tu texto.