Posdata.

Nueva tarde. Nueva variante. El Mágico Solitario siempre tiene reservada alguna sorpresa más o menos imaginaria. El caso es que “los del margen derecho del Segura” han retado a “los del margen izquierdo del Segura” y “los del margen izquierdo del Segura” han retado a “los del margen derecho del Segura”. Solución. Dilucidar todas sus controversias acudiendo al Mágico Solitario. Esta vez, y sin que sirva de precedente para que nadie se mosquee más de la cuenta o le dé al moscatel demasiado, la victoria ha sido de “los del margen izquierdo del Segura” que han ganado por 22-18 a “los del margen derecho del Segura”. Y no se admiten reclamaciones políticas de ninguna clase. Yo no soy Garzón. Garzón era un chuleta de la clase del Lope de Rueda al que Gimi le puso la cara como un pan de tantos tortazos que le dio. Tampoco soy Mata, otro chuleta de la clase del Lope de Rueda al cual Gimi casi le mata de la cantidad de tortazos que le dio. No soy ni Garzón ni Mata. Soy El Mágico Solitario y me encuentro en el lugar adecuado y en el momento oportuno. No soy ni uno ni otro. Así que, de manera imparcial, recojo la baraja española y cuento la realidad de lo sucedido en esta tarde primaveral. Si Garzón y Mata eran dos primaveras era problema de ellos con Gimi y de Gimi con ellos. Si tienen alguna reclamación que hacer que la hagan al maestro armero de Eibar ahora que el Eibar está a punto de ascender a la Primera División del Fútbol Español. En cuanto al problema de las márgenes izquierdas y derechas del Segura que lo solucione el señor alcalde de Molina. Y de la molinera no pienso, en estos momentos, ni hablar. No sé si vendrá a cuento escribirlo o no escribirlo. Pero lo voy a hacer. El genial William Shakespeare dijo un día: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez”. Y como estoy más vivo que nunca simplemente registro este pensamiento en mi Diario y lo cierro hasta que Dios así lo quiera. De momento las cosas están así y no hay que darles más vueltas salvo las necesarias, por el Paseo Rosales, para despejar la mente como si de balones rivales se tratara; o sea, mandando sus reclamaciones al quinto pino de Alguazas a través de una patada a seguir como se hace en el rugby. La vida continúa.

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