El arte underground es como un deseo de tener influencias en las calles de la sociedad urbanita. Una manera de que alguien se convierta en en ser inexistente. Dentro del anonimato de la parada de un autobús escribo por ejemplo: “Pienso lo mismo que un objeto” que es una manera de llamarse a sí mismo ser humano incompleto. Una sinceridad de quienes deambulan acomplejados ante lo vital del arte de las pinacotecas. Una forma y una manera de dejar, en el espacio urbanita, un decir de ser humano destruido a la hora de pensar. “Soy farola desnuda” podría escribir yo como un grafiti para resumir los pedazos humanos fragmentarios del graffitismo solitario pero insolidario que, encubierto en la penumbra de los callejones de la noche, hacen su propio porcentaje de personalidad y descubren que sólo es un porcentaje de sombra nada más.
Durante el día, son sólo unos anónimos de sí mismos y de sus impersonalidades de su mismo y propio ser. Es entocnes cuando se busca un espacio sin concepto alguno predeterminado para hundirse en ese principio que yo puedo escribr: “La nada me absorbe”; porque más allá de una pregunta como “¿Mi voz sabe a Luna?” el grafitero es sólo un silencio nada más y representa un silencio nada más. ¿Acaso el silencio “underground” tiene contenido alguno?. Y es que en los diversos silencios situados en cualquiera de las esquinas de la ciudad yace un muerto cualquiera.
Si lo pensamos bien; el arte underground es un no moverse del sitio, no moverse de la esquina donde puedo escribir por ejemplo “Aquí crece mi yo todo en las horas”. Si Antonio Machado proponía caminar, el arte underground me suena a fracaso literario; porque el grafitero es sólo un hombre hecho divisiones; una parte de él está en la esquina y la otra parte de él está en el limbo de la ciudad. Da lo mismo cualquier cosa que escriba. De una un otra manera puede valer este ejemplo. “Sombra de mí es la esperanza”. Y es que entre los grafiteros siempre se mueve un sólo tema: el hundimiento circular en sí mismos. Por eso circulan esos carteles rotos del pasado y al amenecer de hoy ya nunca le llega nada más que el anonimato ciudadano.
Ellos, que se creen artistas “neo”, sólo amanecen como un rostro opaco en la tapia donde han dibujado sus símbolos underground. Puedo escribir si quiero “Mi yo ya no está”. ¿Dónde está el tan cacareado yo del grafitero ácrata y libertario?. Se equivocan completamente de símbolos y se desfiguran tan a sí mismos que ni ellos mismos se reconocen de tan “subterráneos” que son. El dios de los grafiteros es únicamente una cantidad de símbolos sin sentido alguno. Sus temas sólo son un único sentido circular. Por eso circulan entre carteles rotos del pasado y al amanecer nunca llegan a haber sabido nada más que son anónimos urbanitas.
El grafitero es, siempre, una simple pérdida en un magazine absurdo. Es muy fácil descubrirlo. Su psicología suena a vacío existencial. Dentro de su pensamiento no está el florido arte del poeta ni tan siquiera el discurso del silencio del que tanto hablan y del que tanto desconocen. Ese silencio urbanita que hay que vivirlo a flor de tierra y no debajo de ella para poder entenderlo. Para ser grafitero no se puede ser estatista de las esquinas, ni de las farolas apagadas. Prefiero escribir en las farolas encendidas por el amor una ocsa así como 2Soy arte inacabado”. Sólo para decirles cópmo se debe escribir verdaderamente en las farolas, en las tapias y en las puertas metálicas de los garajes.
En el inacabable contorno de sus dibujos su famosa creatividad callejera (la del “undergroun” que tanto proclaman” hay un sólo recuerdo en mi memoria del pasado atemporal. Generaciones equis nada más. O genreaciones yes. O si quieren, mejor, generaciones zetas que es la última palabra del arte estético y literairo. Puedo escribir un grafiti como “En el otro yo ya no resido” y eso sí es psicología de las calles. No literatura del abandono sino literatura de no abandonar nunca el camino. Y, sin embargo, soy yo el que está escribiendo estos grafitis en la pantalla de mi computadora. sí. Soy yo. Escribiendo frases que salen espontáneas de mi pensamiento y no necesitan sprays para quedarse grabadas para siempre. Ni necesitan ensuciar paredes. Por ejemplo puedo escribir una cosa aí por ejemplo: “No pienso seguir tus líneas”. Y es que mi rebeldía sí tiene causa. No es casualidad por cierto que me pueda interpretar a mí mismo escribieno “Te amo porque vuelas”. Esto sí es verdadera psicología callejera.
Para escribir “me acerco a mí mismo” no hace falta que me quede clavado/enclavado en la esquina donde está la puerta metálica de la tienda de ultramarinos, por ejemplo, “Me da lástima el Tiempo”. Pero…¿para qué ensuciar la puerta metálica de mi compañero ciudadano tendero?. Sí. Soy yo convertido, por un momento casual, en grafitero para demostraros lo fácil y sencillo que es la destrucción de uno mismo. No. Un no rotundo le digo a la psicología underground que, porque viva noches bohemias, no he perdido mi horizonte. Jamás he sido “subterráneo” (salvo por causas excepcionales sólo como aprendizaje temporal para saber que no lo deseo) ni jamás seré un underground. Mi psicologia es totalmetne opuesta. Y es psicología de la calle mucho más artística que esos símbolos extraños; pues si quero simbolizar a la Luna me basta con escribir “Te estoy mirando a lo ojos”. ¿Por qué soy así?. Porque estoy mirando a lo ojos de mi chavala cuando le escribo un grafiti a la Luna. Sólo para que sepáis un poco de lo que es la verdadera psicología de las calles urbanitas. Sólo soy un bohemio escribiendo grafitis en la computadora.
Lo underground se me queda sólo en la superficie, porque la verdadera entidad de mi psicología callejera es una verdadera creatividad sin límites, amiga Francesca. Es vivir dicha psicología en plenitud y no escondido en lo “subterráneo”. A ras de suelo y pisando calles. Doblando esquinas sin deterneme en ellas. Y escribiendo en las farolas encendidas, a plena luz, algo así como. “Me siento porque estás viviendo”. ¿Véis que fácil es la verdadera psicología de las calles?. Ahí va otro, Francesca: “Me marcho más acá”. Si te enteras algún día de mi leyenda sabrás que mis distancias son sólo cercanías por muy lejos que esté. Mi vida no es como la tuya y todo es admirable. Pero el grafitero underground me sabe a nada. Esa nada donde se pierde con sus símbolos absurdos. Porque yo soy un grafitero a veces, pero siempre de las cercanas calles de mi propio interior. Para eso no necesito bajar a las paredes del metropolitano…
Psicología de la creatividad de las calles. Espero que ahora puedas haber comprendido al bohemio de las estrellas que, no siendo jamás underground, escribe en las sombras de los callejones algo así como: “Aquí está mi única existencia”. Tambien las calles, amiga Francesca, me han enseñado mucha psicología a mí y he llegado a ser hasta una vida entera pero no en tu esquina sino en la otra esquina opuesta de la misma calle; en la esquina donde todavía luce el Sol. “Esta vida se me acerca” escribo. Y del geométrico lenguaje psicológico de lo underground, que no me interesa para nada, prefiero no ser Robin Rhode (por ejemplo) sino un Robin Hood de la noche.
Me despido de ti, que acabo de leer tu libro, con un último grafiti escrito en la pantalla de la computadora para no molestar a mi amigo y vecino propietario de la tienda de ultramarinos que no tiene la culpa de nada: “Sólo sé que no estoy”. Buena pregunta para comprender de verdad la psicología de las calles. La respuesta es muy sencilla “No estoy en ningun acalle pero mañana, si Dios quiere, puedo estar en cualquiera de ellas”. Te doy permiso para que dibujes todo cuanto quieras acerca de mis grafitis porque para mí, para pintar sobre ellos algún dibujo, me basta y sobra con la imaginación que Jesucristo me ha regalado. !Hasta luego underground! que en lenguaje castizo y urbanita madrileño quiere decir, psicológicamente hablando, “!Hasta luego Lucas!”. !Ah, y de paso todos vosotros podéis darles recuerdos a l amemoria de Lúkacs… si de aquel Gyorgy Lúkacs que tanto se las dio de filósofo y escritor.
Ahora mismo yo tengo mi propia brújula entre mis manos (y no es mentira) para saber exactamente dónde estoy y desde qué lugar he escrito estos grafitis sin molestar al señor de la tienda de los ultramarinos… que de más allá del mar he venido y por eso le comprendo… le comprendo cuando echa pestes sobre la literatura underground mal dibujada en su puerta metálica. Por eso soy amigo del señor de la tienda de ultramarinos y te regalo el último grafiti porque se me acaba el tiempo de estar ante la computadora. “Yo computo mi propia edad”. Ya está. Dibuja algo si quieres y si no ya sabes que puedo ser también un olvido para ti.