Abrió por fin la puerta después de haber estado intentando mil veces hacerlo sin apenas haber conseguido más que un leve sonido de gozne gimiente. Pero ahora sí. Ahora había conseguido abrir la puerta de aquella habitación oscura y llena de sombras y fantasmas chirriantes. Ahora la luz penetró como un rayo explosivo y le explotó en sus ojos de mujer vencida. Recobró el aliento después de sentirse mareada por la potente energía que se instaló en sus pechos y se irguió como mujer valiente.
Esta vez no se encaminó hacia el oscuro callejón de los mercaderes putrefactos sino que buscó la amplia avenida de los niños y los palmerales llenos de fiesta. Sus venas dejaron de pedir sustancias ajenas a la misma sangre y sintió que sus pechos se llenaban de sinfonía. Notó que todo su cuerpo vibraba de luz y pensó que no le importaría nada que en aquel momento una mano invisible la desnudase toda entera para mostrar al mundo su belleza reconquistada.
Se asomó a las aguas del estanque donde un joven solitario leía un libro de poemas. Vio cómo las ondas del agua reflectaban centenares de veces su bello rostro (ahora sí ya bello de verdad porque había derrotado al cuarto oscuro de las sombras y los fantasmas) y se estremeció cuando sintió una mano firme y placentera que la sujetaba por la cintura, la levantaba en el aire y la estrechaba junto a sí. Abrió los ojos y descubrió que era él, aquel joven que leía poesía en el banco solitario, que ahora le estaba pidiendo permiso para besarla en sus fogosos labios rojos encendidos.
– !Sí!.
Y todo lo que vino después fue una explosión de vida.
. Eso es como un sue;o. Ten’ia que ser un joven solitario que le’ia un libro de poemas. No pod’ia ser otro.