Si la cama constituye el centro de amparo que nos permite dormir ¿qué es lo que realmente ocurre cuando dormimos y cuando nos despertamos?. El ser humano se sumerge cada noche en una profundidad en la cual se disuelve su yo consciente en un medio más vasto, y cada mañana este mismo yo (junto con su entorno) se construye de nuevo.
En el momento en que nos hemos quedado profundamente dormidos, la conciencia ya no está presente debido a que no estamos en condiciones de captar lo que sucede a nuestro alrededor. El yo se ha quedado disuelto, ha desaparecido de nuestra presencia. De la claridad, una vez dormidos, hemos pasado a una misteriosa oscuridad, en donde el espíritu ha enmudecido y en donde la reflexión y la acción significan renunciar a la creatividad, pues la memoria no capta ya ningún suceso.
Para el durmiente desaparece el tiempo, se pierde la orientación espacial, ya no sabemos en donde nos encontramos. se nos escapa el conocimiento del propio cuerpo y del mundo. En definitiva, dormidos somos la nada, ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, nos volvemos anónimos.
El pensamiento, que siempre está presente cuando estamos despiertos, al dormirnos queda suspendido en la nada. Por tanto, al dormirnos dejamos de ser sujetos y nos convertimos en objetos. Es decir, como no pensamos, no reflexionamos ni estamos en acción física o mental, hemos perdido la calidad de persona, de sujeto, y no somos nada más que un objeto tirado en el mundo, como si fuésemos una cosa que no siente ni capta la vida: necesitamos despertarnos para volver a ser sujetos,.
Ahora bien, dormir es necesario para volver a despertar y reanudar nuestra actividad como sujetos y asumir nuestra misión en el mundo. En este sentido el ser humano mismo es el que tiene que, a partir de él, buscar las condiciones que le permitan dormirse. Sólo aquel que está angustiado, un apátrida de la vida, un ser que dice no haber elegido nacer, cree que el dormirse es siempre una amenaza. Por ello es que, no sólo para el angustiado, sino para muchas personas con problemas, la oscuridad y el silencio pueden ser inquietantes.
Por eso, para dormirse bien hace falta confianza en sí mismo y en el futuro, pensando siempre con una actitud optimista de que todo se ha de solucionar. Sólo al confiado, al que tiene seguridad y conciencia plena de lo que hace y de que lo que hace es bueno, le le es posible tener un sueño reparador. No olvidemos que el sueño es la máxima felicidad para quien tiene la conciencia tranquila. Por tanto, si en la cama no logramos conciliar el sueño esta sensación de máxima felicidad desaparece y se convierte en problema y pesadilla.
Ahora bien, si nos hemos quedado profundamente dormidos, ¿qué sucede en cambio al despertarnos? o dicho de otro modo ¿cómo nos despertamos?, ¿cómo es que de la nada y del anonimato pasamos otra vez a la vida y al reconocimiento de nuestra persona?. Lo cierto, es que en el momento en que nos despertamos, no nos damos cuenta enseguida de nuestro espacio familiar. El espacio lo vamos construyendo poco a poco en etapas sucesivas.
Cuando estamos dormidos somos la nada y al despertarnos por breves segundos también somos la nada. Por eso ocurre que inmediatamente al despertarnos de un sueño profundo no sabemos en realidad dónde estamos ni que día es ni qué hora del día estamos viviendo. Necesitamos unos breves segundos para poder alcanzar a reconocer todo eso y a nosotros mismos.
Este estado de desubicación del espacio habitacional sólo dura segundos, prolongándose a veces cuando hemos dormido en un lugar extraño o que no nos pertenece. Sin embargo, una vez que hemos ubicado el espacio es porque el yo, que estaba ausente del cuerpo mientras dormíamos, se volvió a acoplar en nuestra conciencia.
Es el recuerdo, es decir, la memoria, la que al despertarnos nos saca de la nada. El yo sin la memoria es nada. Qué terrible sería (posiblemente lo más terrible que le pudiera suceder a un ser humano) que al despertarse no regresase la memoria, quedándose desmemoriado para siempre, es decir, seguir siendo un objeto sin referencia alguna, un objeto en vez de un sujeto al faltarle la memoria. Quedaríamos totalmente desorientados, suspendidos en la nada.
Sólo son unos momentos en los que, al despertarnos, estamos completamente desorientados, suspendidos en la nada, en un estado incorpóreo, carente de espacio. A veces, esto es más frecuente cuando nos hemos quedado dormidos a una hora inhabitual, en una postura desacostumbrada o en un lugar que no nospertenece (como señalé anteriormente). Pero una vez recuperado totalmente nuestro yo y por ende nuestra memoria, vuelve a aparecer la plena orientación espacial.
Puede ser que a veces, en ese proceso de recuperación espacial, la memoria nos lleve a recordar donde hemos vivido antaño o puede que nos asalten ciertos momentos de angustia, de manera especial cuando nos hemos acostado con un afuerte preocupación, pero en todo caso sólo la conciencia plena del espacio, relacionada libremente con nosotros mismos, es la que nos ayuda a afirmar nuestra existencia de manera que podemos asumir, entonces, una postura erguida que nos permite proyectarnos hacia el mundo exterior.
Buen sueño y feliz despertar, amigos y amigas del Vorem.
Es curioso lo que dices sobre despertarse. El otro día me desperté cuando estaba viendo a un grupo de gente muy muy joven y yo me decía con alegría “vuelven los chicos”. No sé interpretarlo, pero la sensación, que es lo importante, era muy buena.