Érase una oreja cortada a un toro bravo que, casi igual que la oreja de Van Gogh, se paseaba por el redondel del coso taurino de Las Ventas de Madrid, de la mano de Paco Molina, el torero triunfador de la tarde.
El torero saludaba mientras salía a hombros por la puerta grande de Las Ventas…
Despacio… muy lenta y despacio… la noche iba cayendo sobre el recinto taurino. El eco de un mugido animal era recogido por un grupo de ángeles en el cielo.
– !Señor!. ¿Entrarán los toreros en tu Reino?.
Pero Dios enmudece, ocupado intensamente en elaborar algoritmos y logaritmos sobre el cartel taurino de la Feria.
— Despacio… ve muy despacio Antoñete… que éste es mi día de gloria y quiero que me contemplen todas las gentes.
Los ángeles están discutieno acaloradamente sobre si es lícito o no lícito recibir a los toreros en el cielo…
– Pero… !tio!… !que has triufado!.
Un rayo de tormenta veraniega sesga el ya anochecer nadrileño mientras un grupo de borrachos, junto a las tapias del viejo cementerio de La Almudena, beben vino de una botella de tinto de la marca “Sangre de Toro”.
– !Señor!. !Si esto es digno de gloria celestial, nosotros dimitimos de nuestra labor de ángeles!.
Paco Molina va por las calles siendo aplaudido por las gentes…
– !Cuánta gloria tengo, Antoñete!.
Van Gogh, con una sola oreja viva en su anatomía física, pinta y repinta mil veces ya “Los girasoles”… mientras el sol ha girado ya tras las tapias del viejo cementerio de La Almudena donde el grupo de borrachos está dando capotazos al perrilllo negro “Moruno”…
– !Hoy te has ganado el cielo, Paco!.
– Cierto es Antoñete… !hoy me he ganado el cielo!.
Goya está aumentando su colección de aguafuertes de “La Tauromaquia” y Federico García Lorca sigue poetizando sobre Ignacio Sánchez Mejias.
– !Si esto es entrar en el cielo, Señor, nosotros dimitimos como ángeles!.
Dios está recibiendo, una tras otra, múltiples cartas de renuncia laboral de sus inquietos y queridos ángeles.
La luna se recorta sobre el perfil de un toro bravío que embiste a las aguas del río (Ese toro enamorado de la Luna que abandona por las noches la maná). Embiste al agua del río porque ya no está junto a él su compañero que yace inerte en el dispensario mortuorio de los toros bravos (Y el torito que es bravío, abanico de colores parecen sus patas)…
Siguen los ángeles presentando cartas de renunica a Dios, quien esta enmudecido haciendo algoritmos y logaritmos sobre el cartel taurino de la Feria.