Cayendo la noche mi mente divagaba una vez más, de fondo la música rebelde del momento hacía de cortina cinematográfica. Cuando todo parecía tomar cierta paz y tranquilidad tus ojos se iluminaron de golpe y me obligaste a levantarme de la cama. Estábamos más allá del sueño y aún así decías había que seguir.
Tomamos nuestros abrigos y salimos a la fría calle. El empedrado húmedo de rocío sonaba bajo nuestros pies presagiando el vacío… corrimos dos cuadras hasta poder tomar un taxi al centro. Las luces de la ciudad nos recibieron con su alegría natural, nos bajamos en Rivadavia y Jujuy directo a La Perla. El bar estaba lleno de estudiantes de filosofía y letras y en el fondo nuestro sector reservado, el de los “músicos”.
Mariana al instante se acopló a cantar a dúo con el ruso “Don`t let me down” era tan hermosa cuándo cantaba, tan sensual…
Antes de terminar el tema la policía irrumpió en el lugar, no había donde esconderse. Entre empujones, gritos y forcejeos nos fueron sacando en grupos, cuando estoy a centímetros de llegar a Mariana un golpe certero en la cabeza me deja inconsciente. Cuando desperté se la llevaban en una patrulla separada del resto, fue la última vez que la vi… la última vez hasta hoy cuando un sueño profundo me la trajo como antaño. Con esa voz dulce, ese olor femenino irresistible, esos ojos tan calmos y esa sonrisa que tanto me embrujaba… treinta años después y me despierto buscándola en mi cama con la necesidad de tenerla en mis brazos otra vez.