Un terremoto, una sacudida del terreno que se produce debido al choque de las placas tectónicas y a la liberación de energía en el curso de una reorganización brusca de materiales de la corteza terrestre al superar el estado de equilibrio mecánico.
Sí, así ocurre según el diccionario, ¿Y en nuestro alma y corazón? Llegar a tu ciudad, encontrar todo devastado, destrozado, herido.. No saber que hacer ni como actuar ante tal paisaje, encontrar tu hogar y saber que nunca más será tu hogar, sino escombros, los momentos vividos en él, todo destrozado, tus recuerdos rotos, y solamente poder llorar en tu interior…
Encontrarte desolada y perdida, sentir la desesperación en lo más profundo de tu piel, hallar entre el polvo y los ladrillos las risas compartidas con tus seres queridos, tu emoción, la sonrisa franca de tus padres, los conflictos con tus hermanos que en un tiempo lejano considerabas serios y aquella muñeca que te hizo sentirte especial cuando las cosas en la infancia no iban bien, que te protegía, sin brillo en sus ojos de botón.
Buscar a alguien, un rostro conocido, aunque también se encuentre pintado de terror, y a la semana descubrir que deberás cargar toda la vida con el descubrimiento de que ellos, tu familia, nunca volverá..
Todo esto ocurrió hace años, cuando apenas cumplí 17, ahora ya con 25, recuerdo con gran pesar ese terremoto del que milagrosamente escapé con apenas unas heridas leves, aunque las heridas internas sigan rasgando mi alma.
Nunca olvidaré los valores que me cautivaron de mis padres y que me inspiraron para guiar mi personalidad , todo su apoyo en los momentos difíciles, sus adorables consejos, los lloros y confesiones compartidas con mis hermanos, su belleza interior..
Por todo esto tomé la decisión más importante de mi vida pasado un tiempo, alejada, intentando olvidar.
Me encuentro en África, en un país llamado Uganda, limitando con Kenia y Ruanda, en este país esta muy presente la pobreza, la escasez de bienes primarios como la alimentación, medicación y productos de higiene necesarios.
Intenté huir de todo esto, de la tristeza, la pérdida, los desastres que acontecen actualmente nuestro castigado planeta, pero sentí que debía ayudar, debía escapar de mis intereses egoístas, de mi revelación de silencio contra las personas de mi alrededor, de la armadura que yo misma creé con mi fría y distante transformación para evitar más sufrimiento.
Pensé en mis padres, y me di cuenta de lo que estaba haciendo, no podía continuar así, debía hacer algo para mejorar, siempre me interesé por los problemas universales, lo que me había causado un aislamiento en la adolescencia por falta de comprensión en mis compañeros.
Aveces me atormentan los recuerdos, aveces me cuesta seguir adelante, pero cuando aporto mi apoyo a una persona que me necesita y me regala su sonrisa os siento muy cerca, cada vez que sucede esto, os veo allí, cuidando de mí, velando porque todo me vaya bien, sonriendo de la manera que tanto anhelo.
Un comentario sobre “Relato olvidado”
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Ver, sentir, sufrir… pero sonreír… Me gustó mucho el sentimiento interno del texto: lo que quieres decir con palabras, lo que quizás no hayas todavía podido expresar con palabras, lo que todas tus palabras juntas quieren transmitir como existencia.