Todo tiene sentido si pensamos en lo limitante del tiempo y del espacio y en que nos han organizado un ámbito donde desarrollar nuestras potencias e impotencias. Puede ser más cómodo dejarse llevar por el día a día de lo cotidiano y estar amarrado al banco de las coordenadas previstas con anterioridad; pero entonces el límite de las emociones se nos hace tan estrecho que nos aburrimos pensando en lo que sólo podemos hacer.
Para algunos es mejor romper los esquemas, rebelarse contra la apatía, y buscar horizontes de mucha mayor magnitud. De vez en cuando debemos marchar hacia la consecución de algo incierto que nos enamora y nos produce ilusión de búsqueda. Es más incómodo y más dificultoso… pero es mucho más congratulador descubrir hasta dónde podemos llegar si nos lanzamos a la aventura de buscar esos lejanos horizontes. Y no me refiero sólo a lo geográfico, sino también a lo intenso de la aventura.
Para algunos de los seres vivientes todo eso nos llena. Sabemos que tenemos que salvar una gran cantidad de peligros, de incomodidades a veces, de sacrificios del bienestar… pero ¿qué es el bienestar?. Yo no soy feliz amarrado al televisor, comiendo siempre de la misma pitanda, haciendo siempre la misma cosa… Por eso he decidido arriesgarme y marchar a visitar a los kurdos. Es hora de sentir una nueva emoción. Y si en el intento no obtengo mucho siempre lo poco que consiga aprender será mejor que estarme tostando al sol del mismo jardín.
Solo vivimos una vez. Sölo tenemos esta vida para sentir emociones… es necesario que, de vez en cuando, se rompan los esquemas para vivir impresiones nuevas, horizontes lejanos, aventura..
Os escribiré qué es lo que descubro en el Kurdistán de mi amigo Salat.