Ocho y media de la noche
dos disparos en el alma
rompen la tensa calma
de cervezas con derroche.
Se oye el motor de un coche
rugir en la dura grama
mientras el herido clama
arrodillado en el porche.
En la extendida palma
del poeta que reclama
que le conduzcan al Porsche
se ve cómo se derrama
la sangre que desparrama
Rilke sin un reproche.
(España, 7 de julio de 2010)