En ocasiones me pregunto, ¿cuál será mi destino?
a veces siento como un brío repentino,
y me abalanzo a él, como un pura sangre desbocado
hasta que las sombras allanan mi camino,
entonces cavilo en aquel instante de surrealismo.
Mi ignorancia me condena,
una legión de interrogantes, me acorralan sin piedad,
obligándome a saltar a los abismos de la ansiedad,
y morar en los dominios de la soledad.
Naciendo, muriendo, volviendo a nacer, para nuevamente desfallecer.
He fabricado mis propias heridas, demasiadas para una sola vida,
ex secretos escondidos, alegrías que me han abandonado,
palabras que hacen eco en mi alma, penas que me lastimaron,
de esa manera, vuelvo a recordar, cuando solo quería olvidar,
intento rescribir mi vida, procurando un nuevo final.
Llevo una vida, errante, al filo de la navaja, herido., hiriente,,
es lo que opina la gente,
y de ahora en más.. “Lo que digan está de más.”
están distantes a mi pasado y mi presente,
la corriente tiene un rumbo y es el mar,
en la eterna búsqueda de un remanso de paz.
La voluntad no se refleja en trilladas moralejas,
se proyecta en las ganas de amar, en las claves de muerte,
sueños hecho pedazos, que se caen sin descanso,
cuando no encuentras algo por que vivir, buscas algo por que morir,
entonces el corazón vuelve a latir,
impulsado por las ansias de vida o las ganas de partir.
Una muerte significa tantas cosas,
una negación, una reflexión, un consuelo, una solución,,
para mí,, es solo un proceso hacia la mágica transición
en la travesía del más acá, hacia el más allá,
un momento de Divina inspiración.
Las ideas son más fuertes que los hechos premonitorios,
por un lapso incontenible pero suficiente,
me abandona la sensatez, mi voluntad se porta indiferente
y me muevo en el turbio dominio de la sangre,
hacia mi destino obligatorio.
No hay lugar para remordimientos,
no quebranto ningún mandamiento,
no he escupido el Santo nombre de Díos en vano,
la muerte le pertence a quien la encuentre,
y yo pretendo tomarla con mis manos.
Un suspiro, una decisión tomada,
un estallido, la sangre derramada,
un parpadeo de la fatalidad,
y de ahora en más, una nueva realidad.
Réquiem por un sueño;
Aquí yace un alma sin dueño;
Atrapada dentro de un árbol derruido, convertido en leño.
“la muerte le pertence a quien la encuentre,
y yo pretendo tomarla con mis manos.”
Espero que no la tomes con tus manos. No sabes quién va a necesitar de tí en un futuro más o menos lejano, si estás aquí es porque eres necesario. Espero que sea tu texto un desahogo literario solamente.
Lo otro, ni pensarlo debes.
Un abrazo.
Recién leo (un poco por encima) todos tus poemas.
Grata sorpresa de encontrar un estilo abigarrado, barroco, dantesco en el sentido más original del autor de “La Divina Comedia” y un fondo profundo, con unos temas y preocupaciones maduros y muy personales.
Todos tus poemas me gustaron, entre otros, este.
Me gusta la idea de la vida como viaje, la travesía,
“el mar,
en la eterna búsqueda de un remanso de paz”
y la muerte como
“un proceso hacia la mágica transición
en la travesía del más acá, hacia el más allá,
un momento de Divina inspiración.”
No me gusta sin embargo la idea que se sugiere con “la sangre derramada”. En fin, es un tema “peliagudo” eso de “tomar la muerte con tus manos” que daría para muchas más palabras que las que le podemos dedicar en un comentario.
Y perfecto ese final
“Réquiem por un sueño;
Aquí yace un alma sin dueño”
Es un perfecto epitafio.
Tu texto es completísimo en cuanto a materia de búsqueda profunda. Para llegar a pronunciar tu axioma final: aquí yace un alma sin dueño… es importante leer despacio todo el antecedente. Profunda reflexión sobre las causas de los destinos humanos que son caminos hacia donde dirigimos nuestros enigmas quienes siempre tenemos ganas de partir… partir para llenar de ecos el alma (como se preseiente en tu texto) y hacer de nuestras voluntades mucho más que una simple moraleja. En cada muerte diaria hay un resucitar de espíritu. Quizás, como se desprende del contenido de tu “diálgo” con el secreto interior de las cosas anímicas, los sueños siempre tienen un réquiem final que se concentra en el alma de quien siente al árbol como metáfora de existencia. Este texto me produce admiración por lo que contiene pero sobre todo por lo que deja presentir como contenido. Un fuerte abrazo, compatriota del Vorem