Sagetario (Cuento del Viejo Oeste) (1)

Kansas City. En el año catapúm de las historias y leyendas del Viejo Oeste, un “pingüino” (le llamaban así por su nariz aguileña y el estrafalario corte de chompa que usaba) estaba siempre colgado de los hilos de la bruja Mari Juana. Se llamaba Sage y le encantaban las “pipas”: las pistolas más modernas del Viejo Oeste en aquellos tiemos.

Sage era sólo un pistolero bravucón, feo como el Demonio, que siempre se balanceaba en las barras del “saloon” Milboona, mientras la Mari Juana lo convertía muchas veces en pelele titiritero o incluso en macho cabrío, entre copas y copas de ron y mientras desarrollaba sus enfermizos celos y envidia de La Chica, que cantaba y bailaba sobre el estrado. Entre ron por aquí y más ron por allá, Sage se quedaba ronco intentando hacer compañía a la linda y escutural Chica del Milboona.

En aquel “saloon” (y esto era muy famoso en todo el Viejo Oeste) se reunían los pistoleros más duros y rudos que la imaginación pudiera concebir, entre ellos el famoso Cisco Kid. Ninguno de ellos hacía caso alguno del bravucón Sage que se empeñaba en retar a un duelo, precisamente y nada menos, que a Cisco Kid, quien, sin embargo, seguía jugando al póker (donde todos jugaban haciendo las trampas de guardarse los ases en la bocamanga de sus camisas vaqueras) mientras, de manera muy disimulada (al igual que todos los allí presentes) no perdía de vista contemplar a La Chica (cada día más linda de rotro juvenil y más sexy y sensualista en su escultural cuerpazo).

Un día Mari Juana no pudo aguantarse más:

– Sage… -ronroneó por lo bajo a su pelele..
– !!Llivogeid!! -maldijo a regañadientes Sage que, como siempre que estaba borracho (dicen los que lo conocían muy bien que era casi imposible verle en otro estado que no fuese el de borracho) soltaba ese exabrupto que era muy típico en él cuando la borrachera llegaba ya a extremos vedaderamente graves.
– !!!Quiero bailarrr… bailarrr… bailarrr!!! -le gritaba al pobre Sage la bruja Mari Juana que intentaba hacer competencia a La Chica con uno de sus famosos tangos bonaerenses que había aprendido de un corto tiempo que vivió en Argentina.

Mientras tanto, el pobre Sage no hacía nada más que provocar el duelo con Cisco Kid quien seguía, siempre impertérrito, jugando al póker (donde era un verdadero as haciendo trampas y desplumando a los viejos y rudos vaqueros que jugaban contra él). Ninguno de aquellos famosos pistoleros hacía caso de las provocaciones del borracho Sage del “saloon” Milboona que se encontraba siempre de bote en bote (lleno hasta los topes) cuando se anunciaba que iba a actuar aquel día La Chica. Y, como sucedía en estos momentos, el “saloon” estaba abarrotado de hombres y algunas mujeres que habían venido incluso desde puntos tan lejanos como la Región del Great Basin o incluso de Canadá para verla y admirarla.

Mientras estos acontecimientos sucedían en el Milboona, en la acera de enfrente, justo ante el “saloon”, se encontraba la oficina del sheriff Mendoza Colt, quien ahora se encontrba sentado con los pies en los barrotes donde se ataban a los caballos y fumando sus acostumbrados cigarrillos “meedaws” junto a su ayudante llamado El Llanero Solitario. Éste tenía a su yegua “Plata” siempre atada al postigo de la oficina, mientras que el sheriff Mendoza dejaba a su caballo “Yupanqui” (cruce de un potro blanco y una yegua rojiza) libre por la cercana pradera porque sabía que, lanzando un suave y sencillo silbido, rápìdamente el caballo venía a donde él se encontrara o se encontrase…

La Chica cantaba, reía deliciosamente con mucha sensualidad en su rostro juvenil, lleno de hermosos y alucinantes reflejos junto a la boca, y el gran erotismo involuntario de todo su cuerpos… y bailaba contoneando su escultural cuerpo que era totalmente natural y virgen. La Mari Juana se la “comía” con los ojos y la deseaba con ansiedad. Tanto en frío como en caliente, nadie había visto a una mujer tan hermosa como La Chica que despertaba pasiones violentas tanto en hombres como en algunas mujeres (como sucedía en el caso de la Mari Juana o su amiga la Coca Ina que servía de alcahueta y mensajera de los deseos de la bruja y la que gustaba que la llamasen Vigía por eso de mansajera y alcahueta). Así que todos los hombres allí arremolinados “devoraban” con sus miradas a La Chica e incluso alguna mujer de las allí reunidas ansiaba llevársela a la cama; de manera muy especial la bruja Mari Juana que sentía verdadera obsesión por poseer sexualmente a aquella jovencita pero sensacional mujer.

Por allí pululaba también Adri Els, cuyo nombre verdadero era Adriel Alphonse Ciano, un francés que se había hecho millonario con la venta de reses bravas y ahora era dueño del famoso Hotel Gable y del Morange Club (sólo para la gente más distinguida y con mayor clase de Kansas y el resto de todo el Viejo Oeste). Adri también, cómo no, deseaba ir a la cama con La Chica. Pero La Chica sólo actuaba el pequeño tiempo de media hora de actuación y rápidamente cobraba un cheque de un altísimo precio en dólares por ello, mientras se marchaba al citado Hotel Gable a descansar en su cómoda habitación, cuya ventana estaba situada también muy cerca de la oficina de Mendoza Colt, a quien observaba atentamente La Chica (sin que él se percatase) ya que le llamaba poderosamente la atención la manera tan simple y sencilla que tenía el sheriff de fumar sus queridos cigarrillos de la marca Meedows.

– !!!Quiero bailarrr… bailar… bailar…!!! -repetía una vez más Mari Juana a Sage… pero esta vez ya era demasiado. Sage se tomó un vaso de tequila de un sólo trago (!cuánto le encantaba a Sage meterse entre coleto y coleto un buen vaso de tequila desde los tiempos en que, mucho más joven habia vivido amorosas experiencias tanto con mujeres como con hombres en las lejanas tierras mexicanas de California del Sur (de donde tuvo que volver huyendo de las autoridades mexicanas que quisieron detenerlo por poseer , tomar y vender públicamente, en los colegios sobre todo, cantidades bastante grandes de cocaina y heroína)!. Ahora no. Ahora sólo la Mari Juana era su heroína predilecta. Pero los chillidos histéricos de la bruja estaban destrozando, hoy, los nervios de Sage, quien gritó a pleno pulmón en medio de la fiesta:

– !!No puedo Mari Juana!!. !!No puedo!!. ¿No ves que soy un impotente? – y “salido” como estaba… salió de estampida de aquel “saloon¨ Milboona porque pudo, gracias a la inestimable ayuda que le brindaron el sheriff Mendoza y su ayudante el Solitario, más o menos montar bien en su potranca “Flor”, con la cual se perdió en el horizonte hasta llegar a Omaha…

(Continuará)

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