Así como hay un Día de la Amistad y los Enamorados, debe de haber un Día de la Enemistad y los Bateados.

Decidí instaurar dicho festejo. Será llamado Día de San Valentón y por supuestamente será una derivación del Festivus (de momento no estoy de humor para inventar una fiesta y tradiciones 100% originales).

San Valentón se celebrara el 15 de febrero, para que los festejantes tengan el humor adecuado. No será el mismo día que la fiesta pagana esa para tener un motivo para realizar el acto principal.

En el Día de San Valentón, los celebrantes abrirán su correo electrónico y escribirán un mensaje dirigido a todas aquellas personas que enviaron felicitaciones el día previo, donde les comunicara a todos, en masa, donde se pueden guardar sus felicitaciones. También se les instruirá para que impriman dichas felicitaciones. Digo, los bits son difíciles de hacer rollito. Porque sabemos que ese e-mail tan meloso se lo enviaron a todos sus contactos, sin siquiera tener la cortesía de ponerlo como copia oculta para al menos hacernos creer que somos tan importantes como para recibir un correo personal y no uno masivo.

Toda persona que ose felicitarnos en persona recibirá un zape/coscorrón, con poca fuerza pero con firmeza pa’ que les duela. Yo se que la gente de envíos (o de recursos inhumanos, o los compañeros de la clase de trigonometría dodecaédrica) no me soportan, asi que sus palabras son mas falsas que las de un político en campaña. Ellos desean que me caiga un rayo (o un piano, si son los de la clase de música).

Pero lo mejor es donde realmente está el espíritu de San Valentón es en el acto supremo: decirle a la persona que te trae cacheteando las banquetas desde hace tiempo y que ni siquiera te da el saludo que se vaya con sus (nulas) atenciones mucho a la [CENSURADO].

Quiero ver tiene la valentía para hacerlo.

Una vez hecho eso, se procede al ritual de purificación, que consiste en agarrar cualquier cosa que nos recuerde el 14 de febrero y echarlo por la ventana, de preferencia en llamas. O aventárselo en la cara a quien nos dio el objeto en cuestión, si sabemos que lo hizo por costumbre o compromiso, sin ninguna sinceridad. Ideal para esto son las tarjetitas, mensajitos y tarugadas iguales que aparecen en los escritorios en las oficinas. Si era algo comestible, hay que consumirlo, guardar el empaque y luego proceder con el ritual antes mencionado.

El último paso consiste en ir y encerrarse en su cuarto, mentando madres porque nadie es sincero en este mundo. Todo es pura mercadotecnia.

He dicho.

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