¡Eres un hombre! No hubo más razones. Con estas palabras le asignaron un papel, un oficio y un ejercicio. Se miró las manos. Manos vacías, sin otro odorno que su piel y sus huesos. Y ¿Ahora qué?. Vaciló mientras miraba los escaparates de las tiendas. Era un hombre, pero nada más. Los dias en los que soñaba con ser mosca, o abejorro, o nube se quedarón detrás de esta revelación. Alguien se detuvo delante de él. ¡Eres un hombre! Y le extendió su mano, sin adornos, sin otra realidad que no fuera su piel y sus huesos.
3 comentarios sobre “Sensibilidad”
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Tu cuento me hizo reflexionar en la realidad de ser un hombre, sin adornos y me hace ver lo capaz de hacer y hasta dónde es capaz de llegar, su creatividad, su fuerza, su amor o su odio. Ese par de manos sin adornos, son capaces de las más bellas obras como Miguel Angel, o capaces de lo más horroroso como la guerra y la muerte. Saludos
Y así el hombre de piel y huesos pudo ser tan sensible como el sueño de haber sido cualquier otra cosa… pero más completo en su intento de sentirse a sí mismo. Un abrazo, Greko…
Por un lapsus costumbrista he confundido tu identidad y mandé el abrazo a mi amigo Greko. ^perdona frutodelanada. Donde dije diego digo digo… así que, corrigiendo, te envío el abrazo a tí, frutodelanada, y aprovecho para decirte que escribes muy bien. Al César lo que es del César…