Todo comenzó años atrás, con los Márquez.
Después los ingleses Floyd, los Sánchez, los Muñoz…
Y poco a poco el síndrome de “litio” se fue extendiendo por toda la península, cruzando los pirineos, mares, ríos, montañas, conquistando el mundo de forma pasiva.
– Ha nacido otro.- Mark informaba a su superior, el líder del comité de emergencia ante el reciente síndrome.
– ¿Cuántos casos se han dado ya en ésta semana? – Responde Floyd, encargado y líder del comité y uno de los primeros afectados.
– Una treintena en todo el mundo. He traído los padres de varias de esas criaturas.-Hizo un gesto con el pulgar, a su espalda, fuera del despacho donde esperaban decenas de padres. – Creo que no son reacios al proyecto “Maldivas”.
Floyd asintió en silencio. Realmente el proyecto era un sacrificio enorme, pero él sabía que era él único remedio. Los niños de “litio” no pueden convivir con la gente normal. Físicamente son similares a cualquier otro niño humano, pero sus uñas… sus ojos… su pelo, del color del litio. Hasta los ocho años parecen críos normales, salvo esas diferencias físicas que a priori no supondrían ninguna tara, no mayor que ser negro o amarillo. A esa edad el superyó que aún se estaba formando en su preconsciente…moría irremediablemente. Los críos no se adaptaban a la sociedad, se convertían en tipos inmorales, asesinos sin conciencia. Inadaptados a la sociedad.
El proyecto “Maldivas” era la única solución humanitaria al problema.
Floyd se entrevistaba con los padres. Casi todas las caras eran iguales, de auténtico dolor. Él entendía lo duro que era que un hijo fuese un monstruo… Había que ser fuerte, luchar por darles una vida. De eso trataba el proyecto.
– Son seres imperfectos. Solo necesitamos vuestro consentimiento.- Se dirigía a los padres.- Votando el proyecto, los niños serán trasladados a las Maldivas, lejos de la influencia humana. Será la resolución más humana. Se que es difícil separarse de un hijo… pero debemos hacerlo- Las caras de las madres eran todo un poema.- Son antisociales por naturaleza. Les daremos un hábitat para ellos solos, controlados.
– ¿No se harán daño entre ellos?- Una voz femenina, aguda como el resbalar de una tiza en una pizarra, se alzó entre los padres- No saben qué es bueno o malo… Será como una cárcel de asesinos natos.
– En absoluto- Floyd hacía gestos pidiendo calma con las manos, cuando más voces se unían a la de la madre disonante. Supo tomar el control enseguida- Entre ellos hay algún tipo de vínculo que desconocemos… ¡Entre ellos si son sociables! Es por ello que queremos sacar adelante el proyecto.
En menos de una hora los padres fueron convencidos.
Fue el principio.
Casi ningún padre se opuso al proyecto y, tras esto, conseguir que la ONU aceptase el abandono de la gente de litio en las Maldivas fue coser y cantar.
– ¡Ey Kal!
Kalebra se giró al escuchar su nombre, estaba trabajando en un campo de patatas, cubierto de sudor. Su cabello de tonos grisáceos relucía con fuerza bajo el sol. Exactamente igual que el de su bella compañera, Ayesha.
– Dime, preciosa.- Kal no dejaba de admirarse a sí mismo por la conquista de semejante belleza. Sus formas no distaban demasiado de la perfección, sus finos rasgos eran la envidia de todas las mujeres del pueblo. Ella se acercó hasta él, desnuda, perfecta. Sus encallados pies aplastaron alguna patatera por accidente, lo que mereció una mirada de reproche de su compañero.
– Ha nacido otro de esos niños extraños. El pueblo está preocupado, es el cuarto en lo que va de año. Tenía los ojos azules, y el pelo amarillo, como el sol. Que raro era.
– ¿Qué han hecho los padres?
– Aplastaron su cabeza con una piedra.
– Son seres imperfectos.- Kalebra volvió a su trabajo, tratando de sacar las preocupaciones de su cabeza. Su mundo estaba superpoblado, pronto tratarían de cruzar el mar. Y encima, nacían esos críos raros.
Seres imperfectos.