– ¿Que te parece este asunto, Jon?- Desde un principio lo veo un poco anormal del todo. Hay, al menos, tres cuestiones que no son lógicas, Frank.
La mañana se había presentado bastante brumosa en la ciudad de Amarillo, mientras hablaban el comandante Frank Captain General y el capitán Jon Richards Bach.
– Cuenta, Jon.
– En primer lugar, según cuenta el sargento Gafitas, cuando ese desconocido joven disparó al teniente Gafotas, él se arrojó al suelo y se golpeó con la mandíbula derecha quedando inconsciente del todo; pero según el informe que nos pasa el doctor Diago Morals Poultice, al hacerle el pertinente chequeo médico resulta que presenta una dislocación de la muñeca derecha debido a una enorme presión sobre ella, una fuerte fractura en el mentón izquierdo, daños importantes en los riñones producidos por algún golpe recibido en la tripa a la altura de los mismos y ¡asómbrate más, Frank!, la espalda completamente magullada. ¿Cómo es posibe todo eso si cayó de frente?
– ¿Quieres decir que está mintiendo el sargento Gafitas?
– Quiero decir que no está contando toda la verdad.
– ¿Cuál es la segunda razón por la cual dices que este asunto es muy raro?
– Muy fácil de deducir. La bala entró en el cerebro del teniente Gafotas por la sien derecha y de manera horizontal pero, si resulta como dice el sargento Gafitas, de que Gafotas estaba de pie y el joven desconocido estaba sentado cuando le disparó, la bala no podría haber entrado de manera horizontal sino desde abajo hasta arriba, lo cual demuestra que tampoco está contando la verdad en el asunto del disparo. Y me parece del todo sospechoso que la pistola del Gafitas haya desaparecido.
– ¡Interesante, Jon, muy interesante!
– ¿Quieres conocer cuál es la tercera razón?
– Mucho. Me interesa mucho.
– Algo también fácil de deducir. ¿Cómo puede ser que una pareja de jovencitos que llevan más de dos kilos de cocaína camuflados en un Buick La Crosse rojo, con matrícula de Nueva York, cometan la gran estupidez de meterse en graves problemas con la policía matando sin ton ni son al teniente Gafotas. Nadie que lleve cocaína camuflada en su automóvil comete ese tan grande disparate. Luego estoy empezando a sospechar que las cosas no debieron suceder de la manera que lo cuenta el sargento Gafitas.
– ¿Quieres que le haga llamar al despacho para que nos lo explique?
– No, Frank. Si le hacemos declarar ahora va a seguir diciendo que es verdad cuanto dice aunque no sea lógico y, en ese caso, será su palabra contra la mía pero sin pruebas suficientes como para afirmar que está mintiendo aunque tú y yo sepamos que no está contando la verdad.
– ¿Entonces qué hacemos ahora, Jon?
– Tengo que empezar por algún lado. ¿Puedes repetirme cuál es el número de la matrícula del Buick La Crosse de color rojo y procedente de Nueva York?
– Lo tengo bien memorizado. Anota. NY 0484 GYY.
– Anotado, Frank. ¿Puedo ahora llamar por teléfono al Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York?
– Creo que ya entiendo lo que quieres hacer.
– Efectivamente. Quiero averiguar qué persona compró ese automóvil.
– Adelante, Jon, el teléfono es tuyo. ¿Quieres que te sirva un poco de brandy?
– Sí, Frank. Un poco de brandy siempre me despierta del todo las neuronas. Si no te molesta servirlo yo voy a hablar con quien tengo que hablar.
– ¡Excelente, Jon! ¡Si consigues alguna buena pista no sólo te tomas el brandy sino que te invito a almorzar!
– Muy bien. Acepto la invitación. Ahora voy a ver si tengo suerte.
Mientras el comandante Frank Captain General se levantó de su asiento para buscar la botella de brandy, el capitán Jon Richards Bach hizo la llamada.
– Buenos días. Aquí el Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York.
– Buenos días, señorita. Soy el capitán Jon Richards Bach de la policía de Amarillo, en el Estado de Texas. ¿Podría usted ponerme en comunicación con mi gran amigo el capitán Michelangelo Aboves Littleugly?
– No se aparte del aparato, capitán, porque en breves segundos le pongo en comunicación con él.
– Muchas gracias, señorita. ¿Cómo se llama usted?
– Betty Rewards Embobied.
– ¡Debe usted ser preciosa!
– Muchas gracias, capitán. Eso mismo dice mi novio.
– Pues felicítele a su novio de mi parte y quiero que sepa que hoy mismo le envío un gran ramo de rosas rojas para usted por ser tan encantadora.
– Muchas gracias. Espero que mi novio no se enfade por eso.
– No le diga que soy policía sino que se las ha enviado un admirador suyo que conoció en la academia para secretarias.
– ¡Jajaja! ¡Muy bueno, capitán Jon! Eso mismo le diré y espero que no se ponga celoso.
– Si se pone celoso hay una muy buena solución.
– ¿Puede decirme cuál?
– ¡Cambie de novio y asunto terminado!
– ¡Jajaja! ¡Muy bueno, capitán Jon! Eso mismo voy a hacer. Por cierto… ¿es usted soltero?…
– Lo siento, señorita. Hablando con alguien tan encantadora como usted me gustaría estar soltero para poder conocerla mejor pero lamentablemente ya estoy casado, muy bien casado con una chavala millonaria, y muy feliz con ella en todos los sentidos.
– Que lástima haber llegado tan tarde…
– No te preocupes por eso, Betty. La vida es demasiado larga y algunos la tenemos más larga que otros.
– ¡Jajaja! ¡Es usted verdaderamente gracioso, capitán Jon!
– No lo dije en sentido figurado, Betty; así que no imagine lo que no hay que imaginar.
– ¡Jajaja! ¡Ya está el capitán Aboves en comunicación con usted y muchas gracias por las rosas!
– ¡Aquí el capitán Michelangelo Aboves Littleugly de la Policía de Nueva York! ¿Con quién estoy hablando?
– ¡Con tu gran amigo de los tiempos de la Academia!
– Lo siento pero no recuerdo quien pueda ser usted.
– ¿Es que ya no te acuerdas de aquellos inolvidables partidos de soccer que jugábamos en el City Field, granuja?
– ¿De verdad eres Jon Richards Bach, sinvergüenza?
– ¡Claro que soy Jon, “Nutcracker!! ¡Golfo, que no eras más que un golfo!
– ¡Tú eras mucho más golfo que yo, “Coconut”!
– ¡Jajaja! ¡Qué buenos tiempos aquellos! ¿Y qué fue de “Supermán”?
– ¡Jajaja! ¡Se creía el más guapo de toda la pandilla pero al final se casó con una que es solamente del montón!
– ¡Jajaja! ¿Y qué fue de “Pericles”?
– ¡Jajaja! ¡Tampoco tuvo demasiada suerte con las chavalas y, quizás por eso, se retiró de la Academia y se matriculó en la Facultad de Filosofía! ¡Ya no supe nada más de él!
– ¡Jajaja! ¡La verdad es que “Pericles” era el que peor jugaba de todos!
– ¡Jajaja! ¡Sí que me acuerdo de eso! ¡Debe ser que “Pericles” no había nacido para el soccer!
– Supongo que ya será todo un Doctor en Filosofía razonando con los demás racionalistas.
– Puede ser, Jon. Era demasiado admirador de Descartes, Kant, Spinoza, Leibniz, Hume, Locke…
– ¡Para, para loco! Déjalo en Locke porque te llamaba para algo muy importante.
– Si te puedo ayudar sabes que te ayudo con sumo gusto.
– ¿Puedes consultar en tus computadoras quién es el comprador de un Buick De Lacrosse, de color rojo, y cuya matrícula es NY 0484 GYY?
– Espera, espera… ¡repíteme el número de la matrícula por favor!…
– Anota. Es NY 0484 GYY.
– No te apartes del teléfono, Jon, porque ya lo estoy rastreando.
Pocos segundos más tarde, el capitán Aboves volvió a hablar.
– ¡Ya lo tengo, “Coconut”! ¡Ese automóvil pertenece a la Compañía “Cars Gurús” de Nueva York!
-¡Muchas gracias, “Nutcraker”, muchas gracias por el dato y dale recuerdos de mi parte a toda tu familia.
– ¿Puedo ayudarte en algo más?
– ¡Sí, viejo amigo! ¿Puedes decirme cuál es la dirección de “Cars Gurús” en Nueva York?
– Anota, jovencito. ¡Jajaja!. 843 West Sunrise Highway, en Lynbrook, NY 11563.
– Espero no haberte molestado demasiado.
– No te preoucpes por nada. Yo espero que encuentres lo que estás buscando.
Ambos cortaron la comunicación al mismo tiempo; mientras el comandante Captain esperaba con las dos copas de brandy.
– ¿Encontraste algo interesante?
– Creo que el principio de algo muy interesante si no me equivoco; y por eso es por lo que no puedo hoy almorzar contigo aunque me invites.
– ¿Por qué?
– Porque todo lo más rápido que pueda cojo un avión que me lleve a Nueva York.
– Al menos aceptarás que te invite a desayunar, Jon.
– Eso sí. Pero tiene que ser muy rápido, Frank. No quiero llegar demasiado tarde y perder la oportunidad de haber encontrado una buena pista.
Ambos se tomaron sus brandys y, saliendo del edificio, se dirigieron en el Cadillac del comandante, hasta el “Coyote Bluff Cafe” del 2417south Grand Street donde, en medio de la mayor tranquilidad y silencio, se tomaron un buen par de sanduches de jamón y queso junto con un par de tazas de café.
– Bien, Jon. Me parece que he elegido al hombre más indicado para resolver este asunto.
– Espero no decepcionarte, Frank.
– Sería la primera vez que eso ocurre y espero en Dios que no ocurra.
– Estoy pensando, Frank…
– ¿En qué estás pensando?
– En esa parejita de jovencitos que, según dice el sargento Gafitas, asesinaron al capitán Gafotas. ¿Qué estarán haciendo ahora?
– Supongo que desayunando como nosotros dos.
– Puede ser verdad, Frank. ¡Curiosas paradojas de la vida! En cualquier lugar donde se encuentren estarán charlando quizás de las mismas cosas que nosotros dos.
– O quizás de cosas totalmente diferentes.
– Ese es el gran misterio de la vida y gracias a eso la vida llega a ser emocionante.
“Crear es tan difícil como ser libre” (Elsa Triolet)