Antes de empezar la misa, los feligreses se amontonaban en el vestíbulo de la entrada a la catedral. Algunos reían la ocurrencia. Otros se molestaban y, escandalizados, entraban dentro para hablar con el cura. El periodista, acompañado de una joven fotógrafa, se acercó a la puerta. Contemplaron el papel impreso y sacaron fotos. El cura apareció en el vestíbulo congestionado por la ira. En el papel impreso se anunciaba el nombre de los jóvenes que contraerían matrimonio al domingo siguiente; pero alguien había tachado el nombre de ella y puesto en su lugar el nombre de La Seta. Ahora los titulares rezaban: “El próximo domingo se celebrará la boda del joven licenciado con La Seta”.
– ¡¡Esto es un sacrilegio!!.
Y arrancó el papel de un fuerte tirón.
El joven licenciado, anónimo para el resto de los feligreses, se enocntraba en uno de los bancos traseros de la catedral. Todos hablaban, agitadamente, del suceso.
– ¡¡Silencio!!. ¡La casa de Dios ha sido profanada, pero el castigo eterno recaerá sobre el culpable!.
Cuando el ambiente se tranquilizó dio comienzo la misa. Al cura se le notaba nervioso. Un par de veces se equivocó en los textos litúrgicos. Y cuando llegó la hora del sermón se encontraba totalmente fuera de sí.
– ¡¡Hermanos!!. ¡¡Dios nos creó para amarnos los unos a ls otros!! -y luego, más sereno, continuó hablando -¡La iglesia católica jamás consentirá la aberración!. Nunca podremos estar de acuerdo con aquellos que se aman fuera de sus sexos. Los hombres deben unirse a las mujeres. Es un ataque a Dios que dos machos se enamoren entre sí como es un ataque a Dios que dos hembras sientan amor mutuo. Y si eso es un pecado ¡qué no será amar a una seta con la intención de unirse en matrimonio!. ¡Sólo un loco irreverente puede tener la osadía de decir al mundo que su mujer es una seta!. ¡¡Sólo un sacrílego intentaría convencer a los fieles de un matrimonio así!!. La iglesia sólo puede pensar que quien se atreve a tales aberraciones es por el simple hecho ¡de que está poseído por el demonio!. El diablo toma las formas más insospechadas para arrebatar ovejas al rebaño divino. No olvidemos que existe una seta venenosa cuyo nombre es “Boletus Satanás”. Sólo esa seta es la que ha podido entrar en el corazón de uno de nuestros hermanos. ¡Alejémonos del pecado carnal!. Quien anda mezclado en tales pensamientos sólo es digno de compasión…
Y bajó.
El joven licenciado, moviéndose rápidamente entre los feligreses, subió, a su vez, las escaleras del púlpito.
– Amigos… Yo soy el enamorado de la seta -todos quedaron callados- Pero Dios no puede nunca condenar a quien ama, porque Dios no es el mito de los empolvados libros religiosos. Ni anda envuelto en los rezos de quienes pecan voluntariamente. Dios no es el mito de las mentes necias y su voz quizás no se escuche en las catedrales. Dios es el hombre caminante que, con raídos vaqueros, emigra por falta de trabajo. No es necesario mirar al cielo para contemplarlo; basta con mirar al frente, porque Dios pide limosna en las aceras y en el metro. Dios lleva una guitarra debajo del brazo y suele dormir en los portales. Dios es solamente el albañil que, subido en el andamio, construye casas que nunca podrá habitar. Dios se busca, diariamente, el jornal y, muchas veces, le despiden los patronos. Dios es tan humano que, continuamente, es la cocinera que friega los platos en que, abundantemente, han comido los que tienen suficiente poder para levantar imperios con sus monedas. Y ese Dios no puede condenar mi amor porque… sabedlo… mi amor es compartible. ¡Todos podéis amar mi seta!. Y… si existe un Creador del Universo… tenéis que saber que os está exigiendo, día a dia, que la améis.
La acompañante del periodista tomó una nueva fotografía.
Antes de que nadie pudiese intervenir, el joven licenciado abandonó la catedral. Después fueron desfilando los demás. Muchos hablaban entre ellos agitadamente. Algunos marchaban cabizbajos.
Cuando la catedral quedó desierta, el cura permaneció pensativo…
La tarde avanzaba. El joven licenciado avanzaba pr la tarde. Cuando llegó al jardín iba ideando la forma en que, dirigiéndose al juez, el lunes, le pediría un Certificado con el cual legalmente, quedaría unido a la seta. Pero comprendió que el juez se destornillaría de risa y luego le diría: “¡Mire joven, la ley no contempla ningún artículo en el que podamos apoyarnos para legalizar tal unión!. ¡Usted lo que necesita es un psiquiatra!.
Se dio cuenta, momentánemanete, que aquel asunto estaba yendo demasiado lejos.
Y entonces, al llegar junto a la amanita, desechó la idea, Era ya el atardecer. El sitio estaba bastante oculto y la temperatura fría hizo que, las pocas personas que transitaban por el jardín, lo hicieran rápidamente, de paso hacia sus domicilios, y muy lejos de él.
– No te quiero perder… Me queda tan sólo tu melodía. Tu calor se ha enhebrado en mis sentidos. Eres la frágil sombra que me llega al cuerpo; por eso mi memoria está rebelde y quiere afianzarse a tu contorno. No te quiero perder… Eres lo que tengo para añorarme dueño de aquel mundo donde se anidan los efluvios soñadores y se renueva la vida de los sentires. Quiero sentirte dentro; en ese escape tan diario en que me sumerjo para venir a amarrarte de nuevo a mis sentidos. Estás tan dentro de mí que quisiera sentirte hasta más allá del recuerdo.
Descansó un minuto.
– Tú eres real, tangible, humana… Todo en ti se concentra, se perfecciona, se exalta. Y es que esta tarde contigo es una tarde más cierta y más segura que cualquier otra. Tú a mi lado, haciéndome dueño de mí mismo. Tú me conviertes en tierno, en fuerte, en solitario, acompañado, fecundo, independiente, compañero de todos… Tú a mi lado haciéndome poseer el pedazo de universo ofrecido a mí en este instante. Esta brisa, este trozo de cielo, estos árboles llenos de gracia y de pájaros, esta tierra que siento pisar, que hago mía… Esos hombres, mujeres y niños que pasan y que ahora veo y oigo. Todos ellos son ciertos por ti. Me inundo de ellos y en ellos también soy otro hombre porque, sintiéndome dueño de mí, me sumerjo en tu interior. Tú a mi lado, ignorando el vacío y la nada, llenando el espacio con tu presencia.
Aquella noche llovió abundantemente.
El joven licenciado, acompañado del fiel perrillo blanco y negro, clavó un poema en la pared de la buhardilla.
Nacerá lo blando, sustancial y acaso inútil
eternamente pasajero;
y nacerá de abajo, de lo hondo,
como un lento resurgir de las raíces.
Por eso te llamo al descenso,
no a la galaxia, ni a la estrella,
ni siquiera a la nube, la cima o el ciprés.
A ras de suelo, a ras de suelo
y rodeando tierras
para retener lo blando, sustancial
y acaso inútil
eternamente pasajero.
En su domicilio, el cura de la catedral seguía removiendo su conciencia:
– ¡¡Yo arrancaré esa seta antes que perder a mis feligreses!!.