Lo dejó escrito Celeste en uno de sus profundos y limpios destellos de lucidez literaria: “Siempre es un instante de hoy, hijo de nunca, primo de a veces”. Siempre. Magnífica promesa que va hermanada en un hoy determinado. Siempre te amaré o siempre contarás conmigo o siempre seremos algo más que hermanos.
Pero Siempre es un hinstante (permitidme que lo escriba con h de historia) que nace de Nunca. Y Siempre se pierde en la sombra de su ancestral origen. ¿Cuándo Siempre se convierte en seguidor de Nunca?. Cuando vemos que es difícil mantenermos como Hoy. Cuando mañana despertamos con la duda… y entonces abandonamos la promesa. Y Siempre se esconde una interpretación involuntaria que sirve de pretexto.
Pero Siempre es también primo de A Veces. A voces diría yo. Esas voces del A Veces nos retumban en la conciencia y hacemos aflorar de nuevo ese Siempre que nunca terminó de acabar…
Siempre. Hoy. Nunca. A Veces. Historias humanas que sirven para sentirnos más como lo que somos: Seres en busca de una incógnita que se abre cada día al despertar, como despiertan las violetas, y se cierran al aparecer las estrellas en el firme amamento (firmamento de nuestra Sinceridad) como se cierran las ventanas para inducirnos al Sueño.
Siempre estaremos presentes en nuestra íntima confesión. Nunca dejaremos de ser seres sorprendentes que A Veces abandonan y A veces perpetuan su camino. Pero, por encima de todo, más allá del Siempre, del Nunca y del A Veces, estoy seguro de que en todo momento somos un transitar de palpitaciones ocultas y que eso es lo verdaderamente importante de los seres humanos.
Siempre, amigo Diesel, siempre… aunque ese Siempre sea tan humano como el Nunca y el A veces. Lo que sucede es que Hoy es un Siempre continuo y en esa continuidad es donde se forjan nuestras personas.